En verdad el tema de la desvirtuada “restauración” que está haciendo la SCT del viejo Baluarte de Santiago en el puerto de Veracruz, me preocupa y me tiene muy encabritado.
Y es que aquí se aplica aquello de que siendo tan poco el amor y desperdiciarlo en cosas así… Alguna vez, un grupo de porteños promovieron ante las autoridades pertinentes, probablemente de la UNESCO y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la iniciativa para que la 4 veces heroica ciudad de Veracruz fuera reconocida como patrimonio de la humanidad, evidentemente por su importancia para la historia de México y de Occidente.
Después de un tiempo en el que seguramente se analizaron convenientes e inconvenientes, les contestaron que no procedía su iniciativa porque, penosamente, del antiguo casco histórico del centenario puerto sede del primer ayuntamiento fundado por Hernán Cortés en la América continental, repito, penosamente, no quedaba una sola manzana que conservara íntegras las construcciones que los españoles levantaron en la también llamada la ‘Ciudad de coral’.
Y en este criterio, por supuesto habría que anotar que no solo se borraron la mayoría de esos vestigios antiguos de la ciudad fortificada que fue Veracruz, también se destruyó casi en su totalidad la gran muralla que fue construida para proteger a la ciudad de la amenaza de las invasiones marítimas de los corsarios ingleses, holandeses y escoceses de los siglos XVII, luego entonces, de lo poco que quedaba de aquel antiguo esplendor era precisamente el Baluarte de Santiago, junto con el castillo de San Juan de Ulúa y también la fortaleza de San Carlos en Perote, que formaban todo un sistema que los novohispanos tenían para resguardar militarmente a esta parte de la colonia.
Terminaré diciendo que en los trabajos de restauración –que no de conservación- que actualmente se le hacen al monumento, se ha borrado, destruido para que se entienda, el recubrimiento original del muro, es decir, la rugosidad y aspereza de la piedra devastada en bruto, su mampostería, los diferentes materiales utilizados originalmente (piedra muca, bola y tabique), la argamasa que se utilizó para fijarlos, etc. Tampoco se protegió la costra y la pátina que da el tiempo y sus inclemencias.
Alguna vez el arquitecto Daniel Goeritz Rodríguez, explicando el cuidado de los trabajos de conservación que llevaba a cabo el INAH en las construcciones de la zona arqueológica El Tajín detallaba la delicadeza con que se hacían: “El trabajo de mantenimiento menor que es justamente quitar la hierba, podar el pasto y demás, tiene que ser con mucho cuidado Tratamos de usar lo menos posible productos químicos por dos razones: primero por contaminación y, segundo, para que no se afecten las piedras” (Proceso, abril de 2004).
Qué descuido criminal, al Baluarte lo han reconstruido borrando todo su valor arquitectónico original.
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