CLÁSICOS DE LA LITERATURA INFANTIL. (IV)

“El dragón mágico.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

En el año 1938 la Academia Sueca Otorgó el Premio Nobel de Literatura a la escritora estadounidense Pearl S. Buck. Aunque este reconocimiento se otorga por toda la obra producida por la galardonada, sin duda alguna su obra más importante, reconocida y aclamada por la crítica literaria es: “La buena tierra.” Pearl S. Buck nació en Estados Unidos, pero su infancia la vivió en China, y en general en esta nación vivió más de la mitad de su vida, es por ello que China es el gran escenario de sus obras donde describe la vida de los campesinos, sus costumbres, ya hay una fuerte crítica contra el machismo y de automático esto incluye una defensa de la libertad e igualdad de la mujer. En esta ocasión nos acercaremos a su obra dedicada a la literatura infantil a través de su famoso relato: “El dragón mágico.”

En este pequeño relato nos encontramos con dos niñas como protagonistas centrales, por una parte, se encuentra la niña llamada Lan-may quien es de origen chino, vive con sus padres el señor y la señora Wu y sus tres hermanos Sheng, Tsan y Yung. La otra niña se llama Alicia, vive con sus padres el señor y la señora Jones, sus dos hermanos de nombres Tom y Jack. Ambas niñas sufren por vivir en un ambiente varonil, la mamá de Lan-may siempre está callada, porque en esa sociedad la mujer solo debe obedecer, esto causa que los tres hermanos traten mal a su hermana menor; la mandan a hacer cosas que les corresponde a ellos, cuando juegan ella siempre es la derrotada, y la niña le dice a su mamá que le gustaría mucho tener una hermanita, pero la mamá le responde que la mujer debe callar y soportar. Cuando Lan-may le dice a su papá que le gustaría tener una hermanita, éste le dice que ya está en edad de trabajar y que deje de pensar en tonterías.

Un día mandaron a la niña a que revisara la red en el río para ver si había pescado, aquí la niña se encontrará con un dragón muy bonito, desde un inicio ella recordó que le habían dicho que ese tipo de dragones traían suerte, aunque le daba miedo sacarlo de la red. De pronto apareció una niña rubia de ojos azules, cuando Lan-may la vio se espantó, pensó que era un hada que veían por su dragón. Lan-may le dijo que se llevara a su dragón, la niña de ojos azules le respondió que no era de ella y una vez que Lan-may perdió el miedo las niñas empezaron a platicar y conocerse, aquí inicia una bella amistad entre Lan-may y Alicia.

En esta parte Pearl. S. Buch aborda el tema del encuentro de dos culturas muy diferentes tanto en lo físico como en lo cultural, empero, enseña cómo estas dos formas pueden convivir, quererse y respetarse. Lan-may le pregunta a Alicia si ella es rubia porque desde niña comió muchos huevos, Alicia se ríe y le contesta que, si come huevos, pero no es por eso que sea rubia. Ambas niñas se cuentan sus vidas, y aunque sus culturas son muy diferentes, existe un punto donde coinciden y es en el sufrimiento que padecen por ser las únicas mujeres en sus hogares.

Las niñas son tratadas mal por sus hermanos mayores, se sienten poco comprendidas por sus padres, sus madres, aunque las cuidan y tratan de proteger, en el caso de la madre de Lan-may su permanente silencio representa el machismo en que vive. A partir de esta confesión las niñas acuerdan que ellas serán como verdaderas hermanas y van más allá, deciden no regresar a sus casas e irse a la ciudad, allí venderán su dragón mágico y comprarán una casa donde vivirán. El lector adulto sabe que esto es una ingenuidad, empero, cuando somos niños esas ideas nos vienen y las tratamos de ejecutar, claro, con todos los riesgos que implica. Sin embargo, no podría considerarse un acto de imprudencia de las niñas, ellas todavía no conocen la realidad de la vida, y su actuar es producido por una sensación de tristeza, soledad, angustia, que le provocamos los adultos quienes se supone sí sabemos distinguir qué es lo prudente y qué no lo es, por lo tanto, los primeros responsables de la conducta de los niños son los adultos.

La tarde-noche llegó y las niñas no regresaban a sus hogares, el reporte a la policía se hizo, pero nada se sabía de las niñas. Ambas madres lloraban y no encontraban consuelo, esto obligó a sus padres y hermanos a que se fueran a buscarlas a la ciudad. Las niñas habían llegando con un viejo prestamista y le dijeron que venían a empeñarle su dragón mágico, el viejo las empezó a interrogar y comprendió el acto de las niñas. Lo que hizo fue decirles que sí, pero que se quedaran un rato en la tienda en lo que él salía, para asegurarse de que no se desesperaran y se fueran, metió bajo llave al dragón mágico y sabía que ellas sin su dragón nunca se irían.

La noche arribó y las niñas empezaron a sentir miedo, comieron lo que encontraron y ya extrañaban su casa. Seguían pensando que sus hermanos eran unos abusivos y autoritarios con ellas, pero que eso podía sobrellevarse. El viejo prestamista se fue a la casa del té donde todo mundo llegaba, creía que los padres de las niñas al andarlas buscando tarde o temprano irían al lugar más concurrido de Shanghái. Los hechos así sucedieron, pronto llegaron los padres y hermanos de Lan-may y Alicia, ambas familias no se conocían ni sabían que las dos niñas eran amigas, el final es feliz para todos, las niñas regresaron a sus hogares y como recompensa al viejo prestamista le dieron el dragón mágico, éste contento imaginó venderlo y con ese dinero comprarse muchas cosas que le hacían falta. Las niñas fueron muy bien recibidas y atendidas por sus madres, ambos padres comprendieron que la conducta que habían tenido con sus pequeñas hijas no había sido la mejor y hablaron con sus hijos para que a partir de este suceso trataran a las niñas con respeto, no con deferencias, sino como una hermana igual a ellos.

La historia es sencilla, pero en la sencillez y en la claridad se encuentra lo valioso del relato. El mensaje central que nos deja Pearl S. Buck está en recordarnos que los niños merecen respeto, comprensión, paciencia, que, aunque sus ideas y opiniones nos puedan parecer fantasías, debemos escucharlos y poner atención a sus ilusiones, no porque podamos llevarlas a cabo, sino para evitar que ellos sin medir los peligros intenten realizarlas. Amor, comprensión, y paciencia.

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