En el comentado asunto del nombramiento de Arely Gómez González como Procuradora General de la República y virtual Fiscal General de la República, lo primero que habría que apuntar es que, necesaria y obligadamente, por el hecho de ser mujer, una dama, debemos confiar en su honorabilidad y honestidad como persona que nos merece respeto. No la conocemos, sabemos poco de sus antecedentes profesionales -si acaso se sabe que laboró en el Poder Judicial 10 años-, pero hay que reconocer en Arely mucho valor y responsabilidad civil para asumir un cargo que sí es de a de veras, ahí no hay medias tintas, ahí te estás jugando la vida sin discusión y automáticamente estás poniendo en riesgo la de tus más allegados, nadie está a salvo y todos están sujetos a un riesgo inminente. De su parentesco con Leopoldo Gómez, el vicepresidente ejecutivo de noticieros de Televisa, aunque no puede ser irrelevante, sí es un tema que pasa a un segundo plano, sobre todo si se insiste en que se puso a Arely en la PGR para cuidar los intereses de la televisora o, como también se ha argumentado, para «quedar bien con el consorcio». La responsabilidad que contrae Arely al asumir tan delicado encargo, desde nuestro punto de vista supera cualquier suposición «sospechosista». Más allá de conjeturas o simplezas de que algo huele mal con el nombramiento, insistimos, a la señora Gómez González hay que reconocerle el valor para aceptar tal encargo al que no se puede ir a jugar, no es como ir de día de campo. Como dicen por ahí, no sabemos si felicitarla o darle el pésame.