En el juego de la sucesión 2016, los priistas José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa (si ellos resultan los finalistas en la competencia) están conscientes de que el resultado de las encuestas va a ser ser uno de los aspectos decisivos en la selección del candidato a la gubernatura (el otro es -sobre todo si llegan empatados- el que logre mayor unidad y consenso entre los demás precandidatos) y se preocupan día a día por las percepciones. Si el nombramiento del líder nacional del partido no le favorece tanto a uno de ellos, éste busca que la percepción no sea tan desfavorable, incluso maneja a través de medios que le favorece más a él dicho nombramiento. Si los cambios en las principales Secretarías de Estado- sobre todo las que mayor presupuesto social ejercen- benefician a uno de los candidatos, el otro busca también a través de los medios dar la percepción de que en una «lectura fina y profunda, pero sobre todo debidamente informada», dichos cambios a quien favorecen es a él. Lo que ambos pretenden es que los potenciales electores no piensen que quedaron atrás en la carrera, que eso repercuta en las encuestas y finalmente les afecte en la decisión final. Ahí se la van ir llevando con alzas y bajas, hasta enero de 2016.