«Hoy escribo con el corazón quebrado. Lo conocí en una feria del libro. Era un don. El contaba un cuento, la audiencia estaba absorta, prisionera de una trama siempre sorpresiva. Contaba con una gracia y vehemencia, con un cuidado de las palabras y los acentos. Con enorme dominio de los silencios, con un conocimiento de sus gestos, que era imposible no caer en las redes de sus encantos. Ya había leído su embrujante poesía, quizás «Ocupación de la Palabra» o algunos de sus cuentos «¿Benzulul?», tejidos con misterio y total precisión. El poeta siempre escribió para ser escuchado. Una de sus facetas más luminosas fue ser cuentero». Es parte de lo que en «Excélsior» escribe Federico Reyes Heroles sobre Eraclio Zepeda Ramos.