«Hay que dejar que la vida transcurra, que se deje ir a todo galope, como un ebrio corcel en el infinito carrusel del tiempo, maniobrado por un loco notable. Hay que mirar al lejano sol como un refulgente papalote de fuego y a la íntima sombra como una oculta enemiga, vigilante, asidua tergiversadora de nuestros pasos. Hay que extraviarse en el infinito oscuro de las palabras. Echa por la borda tus sentidos. Prueba en los rincones del ser sus secretos sabores. Vierte los ojos en lo que no se ve, aguza el oído en el eco de lo inaudible, mete las manos en el punto azul del incendio y, a lo lejos, rastrea, vislumbra, aspira- como un cruento tigre en la pradera- el olor de tu esquiva presa. Nunca mientas con lo que dice el pueblo. El pueblo siempre tiene la mejor opinión. Hay que mantener atrapado al lector dentro, como si fuera un animal extraño, descúbrele lo sorprendente de la realidad cotidiana como si fueras un diestro mago con manos de mariposa. Por eso cuando intentes hacer una crónica habla de un mundo extrañamente raro». Es parte de lo que escribe Manolo en el libro «Anti Manual de Periodismo» de Sergio González Levet.