«Mi tía me contó que en el año de 1930, en Jilotepec, un señor muy poderoso quería matar al Arzobispo Rafael Guízar y Valencia, y mandó a sus hombres a que le tendieran una emboscada, cuando se dirigía a caballo a celebrar una misa en la iglesia de Jilotepec. A la hora que los malos ya le iban a dar de tiros al Arzobispo, vieron que venía acompañado de una enorme multitud, pero en realidad él venía sólo con su sacristán, y el atentado no se concretó». Lo escribió el niño de 9 años de edad, Gabriel Solano Hernández, como uno de las varias leyendas escritas por niños y que integran el contenido del libro «Un Cerro de Historias. Leyendas y Cuentos de terror», que editó el Ayuntamiento de Jilotepec.