Qué remedio, nos estamos haciendo viejos

jjcastaneda55@nullgmail.com

No sólo el espejo diariamente lo recuerda; lo hacen también las rodillas y la espalda. El tiempo no ha pasado, se ha quedado y cada vez pesa más aguantarlo. Muchas cosas ya no son iguales pero otras si vuelven a serlo, como en una colina a la que se sube corriendo al principio, más lento después hasta llegar a la cima para luego iniciar el descenso para recorrer la misma ruta y volver al punto de partida para estar listo justamente para la otra partida. Es ley de la vida.

Mis vacaciones de fin de año últimamente apuntan hacia Tuxpan donde cada paso que doy me revive algún evento de la infancia; inevitablemente he de pasar varias veces por mi barrio de la Fausto Vega y observar las transformaciones que con el tiempo han sucedido y que al convertirlas en recuerdos vuelven a ser aquella calle de tierra donde un grupo de felices chamacos se divertían jugando futbol sin ningún sobresalto.

Siempre me doy tiempo para recorrer la ruta que por años tomé diariamente de la casa a la Escuela Nava, incluyendo los “atajos” por un cerro que extrañamente dejó de ser enorme para convertirse en una simple lomita; pero lo inesperado ocurrió éste año al ser invitado a una fiesta en una de las nuevas colonias de Tuxpan; barbacoa, arroz y los obligados frijolitos en un ambiente sencillo con música en vivo con canciones nuevas a las que de pronto se incorporó Mike Laure y sus Cometas con “La cosecha de Mujeres”, “Tiburón a la vista”, La Banda Borracha”, “La rajita de canela”, “El Mudo”; pegué un brinco de más de 50 años al escuchar la música con la que crecí. Cuantos recuerdos; cuantos suspiros; cuantas cosas olvidadas que de pronto regresaron a mi mente de forma tan real que parecía que el tiempo nunca pasó.

La sonrisa y la expresión de mi rostro deben haber sido extrañas a los demás, porque estoy seguro que nadie entendía porque parecía ser el más felíz de la fiesta que ni mi fiesta era.

El tiempo ha pasado y muchas páginas se han escrito en la historia de cada uno; páginas borroneadas, manchadas o rotas, pero también páginas con bellas ilustraciones que reflejan las cosas gratas que nos han tocado vivir.

Ya no están más en el barrio los güeros pecosos hijos de Doña Chelo; hoy son hombres de cabellos canos en el mejor de los casos o con pocas canas por el poco cabello que queda; en el vientre se dibuja una parte de los años acumulados; la otra parte se refleja en las huellas marcadas en el rostro. El sol obscureció la piel y borró las pecas, como borradas han quedado muchas historias de la infancia. Qué remedio, nos estamos haciendo viejos y la Sejuela empieza a manifestarse de forma contundente.

Ahora es más fácil emocionarse con la música viejita; los sitios tranquilos hoy son los favoritos; encontrar viejos amigos nos llena de emoción y un nudo en la garganta nos impide decirles algo, pero que tampoco lo podemos decir porque la memoria nos traiciona; resulta divertido encontrar un viejo amor y descubrir los estragos del tiempo que no nos dejan recordar fácilmente aquella cara bonita y aquel cuerpecito de adolescente que nos enamoró; seguramente ellas piensan lo mismo de nosotros porque no hay remedio, nos estamos haciendo viejos.

Hoy vivimos más lento para dar tiempo a disfrutar de cosas simples y sencillas que antes por las prisas pasaron desapercibidas; los lentes son el activo más valioso que cargamos porque sin ellos no podemos ver el nuevo mundo tan sorprendente y tan fantástico. Nos invade la nostalgia de las cosas no logradas y de los sueños no alcanzados y que ya no serán. Vienen nuevos tiempos para hombres viejos que a partir de los 60 y más se viviremos de forma diferente.

Y al considerar la nueva forma de actuar de la juventud actual me lleva a recordar aquellos tiempos de mis pantalones Topeka y el cabello hasta los hombros que es lo que más extraño y entonces vuelvo la vista mental hacia atrás y lo admito, que remedio, nos estamos haciendo viejos. Ese es mi pienso.