En el tercer año electoral del Presidente se elige la Cámara de diputados federal, junto con 9 gubernaturas. En la última elección 11 de 32 entidades federativas cambiaron de partido frente a la elección anterior federal según cifras de El Universal (21 de junio).
Esto impacta directamente en la volatilidad política electoral para quienes aspiran a ser candidatos el siguiente año y debería ponerlos a temblar.
En 2016 habrá 13 elecciones de las cuales 12 serán para gobernador. Difícilmente ganará otro gobernador independiente como en Nuevo León pero también, difícilmente, repetirán los gobiernos en turno. Me he encontrado con diversas posturas sobre los hechos por acontecer en los próximos meses. Me parece que aún con mayor soltura de la que yo cotidianamente peco, sobre quién será o no será el próximo en gobernar Veracruz. Se desgarran las vestiduras unos por otros.
Más allá del chisme entre los senadores y el diputado postulados, quien gobierne Veracruz debe tener conciencia, como evidentemente no la tiene Vásquez Rigadas, me consta por la campaña en el Puerto, más allá de cómo construir un programa de trabajo a través de encuestas, que ya todo mundo sabemos qué dirán (empleo, seguridad, educación, bla bla bla), para construir un programa innovador, fresco, juvenil si me permiten el temporal término pero que al mismo tiempo la sociedad lo sienta como propio y le genere la confianza suficiente para creer en un proyecto de 2 años, pero también en que durante los próximos 8 años Veracruz podría estar mejor de verdad, por lo que de los dos senadores que teníamos ya nada más nos queda uno porque seguramente el otro ya se enojó, como es el sentir en la zona conurbada Vera-Boca de los empresarios, de su actuar cuando le dicen algo que no le parece.
Así nos quedamos con dos contendientes sin nadie, ni la Fundación Colosio Veracruz, que perturbe su posibilidad de crear un plan realista y consecuente para administrar el estado durante dos años. En lo que definitivamente ya tendrían que estarse desgarrando las vestiduras sería en andar declarando que va primero el programa que el candidato, pero son tan egoístas que sólo se preocupan por ellos y nada más por ellos. Digamos, los acuerdos personales por encima de los intereses, ya no digamos de los veracruzanos, simplemente de los priistas.
Entrados en el tema, la dirigencia estatal, en lugar de reciclar programas viejísimos del CEN, debería fomentar el debate interno de las propuestas y los grupos que existen, para entregarle a quien llegue a ser el candidato en marzo del próximo año -sí, falta baaastante- El Programa.
Dadas las ausencias en el entorno partidista (huelga decir que solamente Morena se está preparando para dar una batalla realista, con miras obviamente a la candidatura de AMLO en 2018 y no a gobernar Veracruz, por cierto) de lo que podríamos llamar una “discusión de los temas políticos” que le interesan a los veracruzanos, podría aventurar la especulación de que la próxima elección no contará con una amplia participación de electores.
Quizá en algunas ciudades haya un grave descontento hacia la clase gobernante que se manifiesta en la ausencia del voto o en el voto nulo, que significativamente no afectan a los partidos políticos ni a los gobiernos.
Por otro lado, seguramente los mecanismos de negociación del estado serán aceitados para que funcionen un poco mejor durante el próximo año, dadas las condiciones esperadas de una elección con pocos electores y alto descontento, por lo que pensamos que se repetirán las mismas condiciones que la elección de este año y el anterior y de 2013 y de 2012 y de 2011 y de 2010 y de 2009 y así sucesivamente desde que existió la primera elección en la historia de las elecciones.
Regresando al PRI, seguramente ya entrados en gastos los ánimos se calienten y se concrete el soñado cambio en la dirigencia estatal. La situación se avecina peor: lo que especulan es que la llegada de Deantes Ramos sería, en lo local, la mezcla explosiva de recursos públicos con intereses personales y en lo nacional, la completa desvinculación del Estado-PRI con el Candidato-Federación.
Sin lugar a dudas debemos resaltar como con el paso de cien años, la Revolución Mexicana se transformó en un sistema corrupto, que produce una clase política o por lo menos, políticos, para no dañar el concepto de clase política, ineptos e incapaces de construir un programa de trabajo que trascienda sus intereses personales y su habilidad oscura para “quebrar” a los enemigos, ya sea con miedo o cañonazos de dinero (que era pa’la indiada).

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