Con esa publicidad se anuncia la construcción de un edificio por los rumbos de «Pastoresa» que, por cierto, ha generado inconformidad de sus vecinos. Se supone que su oferta y carta de presentación es ser el más alto no sólo de Xalapa sino de todo el estado de Veracruz. Este proyecto arquitectónico abre la oportunidad de reflexionar sobre nuestra ciudad y acerca de su sociedad. Hay que empezar con algunas preguntas pertinentes a mi parecer: ¿se necesita un edificio más?, ¿hace falta que sea tan alto?, ¿es sustentable?, ¿surge de alguna planeación?, ¿modifica el entorno?, ¿habrá garantías de que no sea un elefante blanco?, etc.

Me parece que tiene pocas posibilidades de éxito si conocemos las condiciones en que se encuentran los dos edificios que, en su momento, fueron los más altos de Xalapa, el Hakim y el Ánimas. El primero sufre un notable proceso de deterioro, con zonas oscuras y locales vacíos, siendo más fácil que quede vacío o se clausure a que vuelva a resurgir aun con alguna inversión providencial, parece que no es negocio; el segundo funciona mejor y se encuentra en buen estado pero al parecer depende en mucho de rentas gubernamentales, lo cual también le puede llegar a plantear un serio problema de sobrevivencia. Ante esa realidad obvia uno tendría que preguntarse sobre la necesidad y pertinencia de otro edificio más en Xalapa, pero todavía más cuestionarse sobre sus descomunales dimensiones.

Xalapa tiene una economía mediana por llamarla de alguna manera, que tiende a niveles bajos. Su actividad económica es de servicios, gira en torno al gobierno estatal y se traduce en un comercio regular. El momento más alto de su derrama económica es en las quincenas y parte importante de su población media se surte en las ventas nocturnas; en ese escenario no es fácil que se ocupe un edificio con locales de millón de pesos.

Independientemente del cálculo económico que suponga ese edificio vale la pena abordar la concepción que trae implícita, la del gigantismo, que igual que en otros aspectos de nuestra vida social muchos problemas nos han acarreado. Se ofrece algo grande en un criterio cuantitativo, imaginando que eso es lo que importa, que deslumbra. En puro afán de negocios se implanta una mole de cemento que viéndolo con cuidado tal vez no sea necesaria.

Esa apuesta trae implícito un anti valor, el de lo material, el de poseer lo más grande y lo más caro. En esa línea se ha intoxicado nuestra sociedad, que busca la casa más grande, el coche más caro, las joyas más exóticas y todo tipo de menjurjes siempre y cuando sean de marca. En su obtención se pisan pobrezas y se olvidan elementales responsabilidades sociales. Hemos construido una sociedad de excesivo individualismo y con paja ambiciosa. En la comodidad de su pequeño espacio dorado se olvidan de los demás, de sus condiciones de vida; en la desigualdad social está el origen de la violencia y la falta de participación ciudadana en las cuestiones colectivas. Mientras unos se preocupan por lujos los demás dudan si comerán mañana.

En ese contexto no creo que el mencionado edificio sea bienvenido y menos que se llegue a celebrar como signo de modernidad y progreso. Son obras raras y hasta ilógicas. Si es algo privado se entiende como una inversión normal, si tuviera ingrediente político, sería absolutamente reprobable. Creo que los más descalificados para ostentar riqueza son los que se dedican a la política y los funcionarios públicos, en tanto que manejan los recursos de todos y deben conducirse con el decoro y la austeridad que implica un cargo gubernamental. Lamentablemente, desprovistos de formación republicana, en Xalapa, son los primeros en dar nota por sus lujos y excesos.

No descubro el hilo negro, nuestros males provienen de la desigualdad, de la terrible marginación y pobreza en que viven miles de paisanos. No puede haber una sociedad normal mientras tanta gente no come bien, vive con achaques de salud y con un entorno violento.

Recadito: es justo decomisar las despensas a los del PRD rojo el próximo domingo.

Ufa.1959@nullgmail.com