Por Ramón Durón Ruiz

Dce el Filósofo de Güémez: “Trabajar nunca mató a nadie… pero pa’ que ‘ingaós arriesgarme” Pues aunque hay una rica simbiosis entre el Filósofo y yo, lo he contradicho, pues desde niño me he dedicado a trabajar.
A los 5 años cargaba tinas de nixtamal para Doña Sira, una joven señora que casada con Don Luis –un hombre mayor que ella– me enviaba al molino de nixtamal, caminaba 400 metros con dos tinas del 18 llenas de nixtamal, pesaban más que un cargo de conciencia de un Diputado faltista, mis manitas de niño quedaban marcadas por las asas.
Con las seis bolas de masa que me daban en el molino, ella hacía en un comal de barro en leña, unas exquisitas tortillas a mano, que vendía como pan caliente en el barrio.
El fin de semana recibía como paga $1, con el que iba al cine y me compraba un buen puño de “toficos”, dulces de los que todavía mi paladar guarda su exquisito sabor.
A los 12 años trabaje lavando carros, me pagaban $10; después como Profesor de primaria, ganaba $2,400 mensuales; posteriormente deje de trabajar, fui electo Regidor, luego Diputado, más tarde Presidente Municipal y otros cargos Federales y Estatales.
Hace casi 30 años, un brillante político como lo es Álvaro Garza Cantú, en su calidad de Presidente Municipal de Tampico, me invitó a dar una Conferencia de “El Filósofo de Güémez”, en la sala de cabildo del puerto.
En una entrevista para Televisa del Golfo, en Cd. Victoria, que le hice gracias a la generosidad de mi amigo Francisco “Pancho” Azcárraga y Víctor Reyna, en la parte final de su vida a “La Quina” me dijo: “Cuando llegaron los problemas, los ‘amigos’ desaparecieron, sólo Enrique Cárdenas González y Álvaro Garza Cantú, permanecieron fieles, son amigos de verdad… ellos honran la vida.”
Pues desde que mi amigo Álvaro Garza, me invitó a Tampico a dar la Conferencia, decidió mi destino, renovó la totalidad de mi ser, al ayudarme a escuchar el llamado de la vida, apoyándome para descubrir el sin igual paraíso del oficio de la palabra, ese que día a día enriquece mi alma y me lleva a disfrutar el aquí y el ahora, al vivir el presente a plenitud, jugando a ganar-ganar, ayudándome a desafiar mis límites y discernir lo insignificante de lo esencial.
Desde entonces me he dedicado a dar Conferencias y recientemente Talleres Motivacionales, sabiendo que el 99% de la vida es inspiración, transpiración, organización, disciplina, fe, entusiasmo, capacitación, trabajo; el 1% es suerte, sólo que cuando la suerte llega, sino hay disciplina, trabajo, inspiración… no sabes qué hacer con ella.
Cuando entiendes que la palabra tiene poder, la utilizas como viento a tu favor para empoderarte de la vida, para aprender a ver el lado positivo de las cosas; como por arte de magia haces a un lado la crítica y la envidia, que son un homenaje a la mediocridad, y elevas tu autoestima, convirtiéndote en vela que ilumina, en luz que resplandece, entonces dejas de preocuparte por nimiedades y reconoces que eres cocreador de tu destino.
La semana pasada tuve el privilegio de ser invitado a dar un Taller a directivos y maestros de la Escuela de Enfermería “Dr. José Ángel Cadena y Cadena, en la hermosa Ciudad de Reynosa, Tamaulipas, y también una Conferencia a 800 alumnos y maestros de dicha Institución.
La gente se pregunta ¿Por qué Reynosa es una de las ciudades del país que más migrantes recibe? Pues es por la generosidad, por el don de gente de sus hombres y mujeres, por la competitividad de sus trabajadores.
Posterior a los eventos tuve un pequeño accidente, los anfitriones M.D. Margarita Ortega Padrón, Dr. Víctor Hugo Vázquez, M.D. Ana Rosa Quilantán e Ing. Humberto Sotelo, me trataron tan fraterna como solidariamente, eso explica el espíritu del reynosense para sembrar amigos y hacer sentir al extraño como hermano.
Resulta que tres gallegos avecinados en Reynosa platican:
–– ¡Joder macho!, que creo que mi mujer me engaña con un albañil.
–– ¿Por qué crees macho?
–– Porque cuando llego a casa me encuentro ladrillos y una cuchara de albañil debajo de la cama.
–– ¡Joder!, que yo creo que la mía me engaña con un carpintero.
–– ¿Pero cómo lo sabes?
–– Porque siempre me encuentro un serrucho, un martillo y clavos debajo de la cama.
–– ¡Joder! que a mi mujer me engaña con un caballo.
–– ¡Macho! que eso sí que es harto raro, ¿Pero cómo lo sabes?
–– Pues muy sencillo macho, todas las noches… ¡ME ENCUENTRO AL JINETE DEBAJO DE LA CAMA! filosofo2006@prodigy