En mis ratos de cavilación me pregunto. ¿Por qué será que gusta el Filósofo?, la respuesta es muy sencilla, por su ingenuidad provinciana, por la simplicidad con la que ve la vida, por una fina picardía, que no agravia… agrada y por su sentido común.
Para el viejo Filósofo andar el camino es muy sencillo, tiene dos vertientes: la primera, dejarse sorprender por la vida y la segunda, gozar de una buena dosis de sentido común, que no es otra cosa que el oficio de aprender, no complicar los problemas… sino resolverlos.
Ramón Gómez de la Serna afirmó: “El sentido común es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee una buena provisión de él”
El sentido común, es el sentido de vida andando, ese que te conduce a vibrar con la naturaleza, a tomar conciencia de ¿Qué camino tomar?, ¿qué hacer con el momento presente?
El sentido común, es la presencia de lo obvio, es el punto de partida de la filosofía, que no es otra cosa que el amor a la sabiduría; es vivir y vibrar con tu instinto de vida.
El sentido común, te lleva a ser tu propio maestro, a saber que los milagros se presentan de forma natural, siempre que tengas tu mente, cuerpo y alma predispuestos para recepcionarlos, te conduce a entender que las respuestas a las interrogantes de la vida, están en tu interior.
Durante los últimos treinta años de mi vida, he tratado de construir entorno al viejo Filósofo, la sapiencia, la viveza, la agudeza mental, el ingenio –lleno de sentido común– y el fino sentido del humor, del que son recipiendarios nuestros “viejos”, que los convierten en una escuela andante de sabiduría y en doctorados en personalidad.
He buscado también que no se pierda la ingenuidad rural y provinciana del Filósofo, plena del sentido común, siempre enriquecido por el humor que el mexicano desparrama por doquier. El Filósofo, no es un paisaje humano aislado en nuestra tierra, es como todos los abuelos, sabios por derecho propio… una enseñanza permanente de vida.
Después de orar en mi viejo catre de lona, me levanto para tener el placer de celebrar el milagro de la vida pleno de amor y fe; cada mañana siento el deseo de volar; de dar las gracias por la bendición de la alborada; siempre estoy atento a percibir los mensajes del corazón; soy un viejo generoso en los reconocimientos; abundante en los aprobaciones; siempre vivo en permanente humildad, será porque he aprendido que en la transitoriedad de la vida “se requiere demasiada inteligencia para ser […humilde].” 1
A través del sentido común, es que te das cuenta que no estas vivo por casualidad, reconoces que la rica policromía de nuestro mundo, está hecha especialmente para ti; frente a las prisas, que son el pan nuestro de cada día y el tiempo, que impecablemente pasa llevándose muchas cosas; este viejo Filósofo le pide al Padre que me ayude a no extraviar el sentido común.
Será porque el sentido común y su compañero de viaje el sentido de la obviedad son el signo, el santo y seña de nuestro tiempo, dígame si no:
— Saben una cosa… ¡Perdí el celular! — Y ¿Dónde lo dejaste?
O cuando llega un pela’o con el técnico en televisiones cargando con dificultad una de TV de 72” este lo ve y le pregunta: — ¿Está descompuesta? — ¿Po’s que crees que la ando paseando?
La ocasión pasada antes de ir a dar una conferencia a una ciudad –omito el nombre pa’ no ofender a nadie– llamé a la Directora de Administración, me contestó amablemente su secretaria diciendo que no se encontraba en ese momento en la oficina: — ¿Sabe una cosa señorita? –le dije– me interesa mucho hablar con su jefa, ¿me puede proporcionar su número celular?
— ¡Claro! tome nota –amablemente me dijo, dictándome a continuación su número– llámele, aquí dejó su teléfono celular… ¡pero usted llámele!
Como dice el viejo Filósofo pleno de sentido común y de obviedad:
“Si no llegó… ¡ES PORQUE NO VINO!
1.- http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/la-libertad-primera-y-ultima/la-libertad-primera-y-ultima-12
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