En la década de los cuarenta del siglo pasado, el filósofo inglés Bertrand Russell publicó una serie de ensayos sobre la educación. En ellos abordó los diversos tópicos que, a su juicio, debían estar integrados en los planes y contenidos de las escuelas. Por supuesto que consideró la educación sexual para niñas y niños, en paridad de condiciones.

Parte fundamental de este tema, decía el empirista británico, era la familia. Ahí, en el seno e intimidad, debía darse las primeras lecciones en relación con la sexualidad responsable. Basada en el amor, respeto y tolerancia entre los géneros.

Más cerca de nosotras, en espacio y afecto, el Padre de la Patria Cubana, José Martí, escribió en la presentación de su Edad de Oro: “Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo. Como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas.” Por supuesto, esto quedó plasmado durante el último cuarto del Siglo XIX.

Sin embargo ya de lleno en el Siglo XXI seguimos con el tema. Como si el tiempo no pasara. Como si no hubiéramos aprendido en el trascurso de nuestra civilización. Me parece increíble que hablemos en casa de crímenes, política, fraudes y escándalos públicos y no podamos hablar de sexo y sexualidad con nuestras hijas e hijos.

Todo esto viene a colación porque la semana pasada el diputado Octavio Pérez Garay presentó un Punto de Acuerdo ante el pleno legislativo, para que se implementen programas de orientación sexual, como medida de prevención para las y los estudiantes de enseñanza media y media superior.

El asunto no es menor. El propio legislador presentó las siguientes estadísticas: “en 2014 se registraron en Veracruz entre 80 mil y 90 mil embarazos, de los que 25 por ciento correspondió a adolescentes de entre 14 y 17 años. De esta cantidad, 85 por ciento interrumpe sus estudios y se convierte en madre soltera, mientras que un porcentaje menor tendrá un segundo hijo de un padre diferente.

“En los últimos años, los estados de México, Chiapas, Veracruz, Jalisco y Puebla concentran el mayor número de adolescentes en condiciones de maternidad: en muchos casos, embarazos no deseados.”

Algo pasa en nuestras familias, pues hemos sido incapaces de proporcionar los elementos adecuados a nuestra juventud para que ejerzan una sexualidad responsable. Que no se nos olvide que también fuimos jóvenes y que hace casi 50 años ya usábamos mini falda y bailábamos rock and roll y cha cha chá.

No ignoremos a nuestra juventud. Ya 25 mil adolescentes han cambiado su vida, cuando pudo evitarse. Hablemos con nuestras hijas, con nuestros hijos, pero no desde esa moral medieval que queremos aparentar y que cuando fuimos jóvenes nunca atendimos.

Hablemos con información a la mano, con respeto, con amor. Demos los elementos necesarios, y más porque lo menos importante –al parecer, para muchas familias– es ser abuelos prematuros. Tampoco olvidemos las enfermedades e infecciones de transmisión sexual, ni que las niñas, niñas son, y que es mejor cargar una mochila que una pañalera.

De cualquier forma, la decisión es individual y de familia. Ojalá se implemente los programas en nuestras escuelas y sea personal capacitado quien oriente a nuestra juventud.

Por hoy es todo. Le deseo un excelente inicio de semana y nos leemos en la próxima entrega.