Entre los lanzamientos más esperados de este año se encuentran las películas protagonizadas por supergente: héroes y antihéroes han provocado, gracias a los trailers y teasers, la expectación de un público de todas las edades que durante meses ha anhelado la llegada de la fecha de estreno para disfrutar de las emociones prometidas.
“Civil War” fue la prueba de ello. Durante los primeros días de su estreno, los cines de la capital se vieron rebasados por los fans que formaban largas filas para entrar a la función. No fueron pocos los que a pesar de haber estado esperando pacientemente su turno para pasar a la caja, se quedaron sin boleto. Ello, sin embargo, no fue impedimento para que dejaran de ver la película. “Si no es hoy, será mañana” parecía que pensaban mientras elegían boletos para la función del siguiente día.
“Captain America: Civil War” inicia con el tema al que nos hemos acostumbrado desde hace un tiempo: los límites entre los superpoderes y la legalidad. O, en otras palabras: ¿hasta dónde ha de llegar la lucha por el Bien mayor si ésta involucra a personas inocentes? Si el superhéroe es una especie de dios, ya sea llegado de otro planeta o tras haber adquirido sus poderes a través de medios antinatura, no es de extrañar que en esta época, en la que los grandes relatos ideológicos son cada vez más cuestionados si no es que negados, se proceda a su desmitificación.
Esto ya lo habíamos visto en, el nivel de lo micro, en “Jessica Jones”, cuando la protagonista se enfrenta a una mujer rabiosa de venganza tras ver a su familia morir en la caída de un edificio, provocada por una pelea entre supervillanos y superhéroes. Con igual coraje responde Jessica al argumentarle a su oponente que ella también ha visto morir a los suyos ―he aquí el rasgo de humanidad de nuestros superhéroes: la eternidad es suya, mas no pueden compartirla con quienes aman; en “Batman VS Superman” el problema adquiere nuevas dimensiones cuando Superman es llamado a juicio… Pero en “Civil War” se ha vuelto un asunto de orden mundial hasta el grado de que una multitud de países deciden llegar a un acuerdo para limitar los servicios de los “Vengadores”.
Así, en “Captain America: Civil War” el conflicto inicia ante la disyuntiva entre las leyes de los hombres y la autonomía de los bien intencionados superhéroes, pero termina focalizado en la humanidad de éstos, representada en sus deseos de aferrarse a algo que les recuerde su origen. Para el Capitán América, un hombre perdido en una época cuyos valores no logra aprehender, cuya familia y primer amor ya han muerto, éste se centra en su amigo Bucky, el Soldado de Invierno. Para Tony Stark, el origen son sus padres y de ahí que no resulte extraño que en su momento convoque a Spiderman ―uno de los momentos más esperados de la película y una de las participaciones mejor logradas: el joven Tom Holland logra despertar las risas al contrastar su juventud con la adultez de sus compañeros y antagonistas―. Nuevamente, además, el fantasma de Jessica Jones, Batman, Superman y Daredevil, más los héroes de su elección, aparecen para recordarnos lo pesado de la orfandad para quienes por fuerza son diferentes.
Este conflicto, lamentablemente tan choteado por las películas, se vuelve ridículo cuando es utilizado para justificar ambos bandos en la cinta. Si ya es mucho el “bromance” (palabra derivada de “brothers” y “romance”, para calificar una relación afectiva y no sexual entre dos hombres cercanos) entre el Soldado de Invierno y Capitán América y las taras emocionales de Tony Stark y Black Panther derivadas de las muertes de sus padres, cuando Helmut Zemo revela que todo su plan fue motivado por la pérdida de su familia, en un incidente protagonizado por los “Vengadores”, dan ganas de aventar las palomitas.
Sin embargo, hay que aceptar que “Captain America: Civil War” deja varios hilos sueltos lo suficientemente atractivos para esperar nuevas historias. Considerando que ya hay rumores de estrenos en 2018, al menos podemos decir que tenemos cine para rato.

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