Próximo a cumplirse el 17 de octubre del presente, 61 años de haberse conseguido el voto universal para la mujer mexicana—tema que cada año menciono en mis artículos–, hoy no haré referencia a esa historia que nos ha enorgullecido a las mujeres y de la que mucho he hablado y escrito. Y no lo haré porque, parece que no han servido, para generar conocimiento e identidad de las mujeres, esos hechos emblemáticos que llevaron a las mexicanas a participar social y políticamente durante más de un siglo y que, con su valentía, activismo, pulcritud en las demandas e inteligencia para encausarlas, pudieron coronarse con el éxito, al alcanzar en 1953 sus derechos políticos plenos.
Las mexicanas en el pasado tuvieron que romper atavismos culturales y comportamientos discriminatorios del varón y de la sociedad, manifestados en prejuicios y rechazos por cuestión de sexo, edad o condición social o cultural, pero curiosamente hoy, las discriminaciones y competencias desleales ya no se dan necesariamente entre hombres y mujeres, sino entre ellas mismas.
Y este es un tema que toco, porque no deja de ser lamentable y ante ello surge la pregunta: ¿de que sirvió la lucha de las vanguardistas–que en diferente momento–, promovieron en nuestro país las reformas constitucionales de impacto y apuntalaron los cambios al interior de los partidos políticos, en favor de su avance? ¿Quiénes han sido las “ganonas” en este resultado?
Quienes tuvimos la oportunidad de ser parte activa en los comités estatales y nacionales de las instituciones políticas mexicanas y en el Congreso de la Unión y fuimos testigas y coparticipes de los logros a favor de las mujeres, podemos hablar con autoridad moral y política para señalar lo que hoy no está haciéndose bien, porque del empeño de esas generaciones pasadas, ahí están los resultados de su entrega: beneficios viables y tangibles de los que gozan ya todas estas nuevas generaciones de mujeres. Por eso, sin buscar ni esperar elogios ni gratitudes, pero si cuando menos ofrecer respeto y reconocimiento hacia quienes desde sus partidos políticos han dejado su aportación en la historia—remota y reciente—hoy escribo para dejar claro, cómo las cosas han cambiado y cómo el fenómeno de la autoflagelación de género prevalece en nuestro medio, siendo más destructivo que cuando se padecían las diferencias entre hombres y mujeres. La autoflagelación, entendida como la actitud destructiva o de competencia desleal de las mujeres contra las propias mujeres.
Y en el fondo existen, de menos, dos razones principales:
1.-El que, aún sigan siendo pocas las oportunidades en el presente y cada vez más mujeres buscando las posiciones profesionales y políticas. Y al respecto recuerdo lo que en algún momento me decía Dulce María Sauri: “si tu pones pocas pelotas en una caja de zapatos, todas se van a golpear cuando se muevan. Pero si tú tienes la caja llena de pelotas, el golpeteo será muy difícil. Así son las oportunidades para las mujeres entre menos las haya, el golpeteo va a ser cada vez mayor”.
2.-La competencia entre las mujeres preparadas-vs—las improvisadas o ventajosas. Las primeras que se preparan y logran el perfil idóneo para los cargos basado en conocimientos y experiencia profesional y política, y las segundas, que son las que sin méritos quieren fáciles las oportunidades y no les importa rebajarse o denigrarse para lograr sus objetivos. Y al respecto recuerdo lo que me decía la precursora del voto universal para la mujer mexicana: Margarita García Flores: “Zaida, si las mujeres se hacen valer por otros méritos diferentes que no sean capacidad, trabajo, afabilidad y resultados exitosos en su trayectoria, sólo lleva a prostituir la política, a acentuar la desconfianza en las mujeres y a deteriorar la imagen de ésta en el contexto de la sociedad”.
Y que pena que ambas circunstancias prevalezcan—con mayor frecuencia– en el presente. De ahí que surja en el argot político los motes de las “ganonas” y de las “ganosas”.
Las “ganonas”, que se caracterizan por grillar, boicotear, golpear a quien les estorbe y de esta manera construir su carrera profesional, gremial o política.
Las “ganosas”, que sin tener trabajo, méritos o perfil para ocupar los cargos las entronan los varones ya sea para tomarlas como “allegadas sexuales”, como “figuras decorativas” o como “cómplices”; y van a las Cámaras—o a las recamaras–, a lucir sus atributos físicos y/o buscar otros medios que les permitan continuar con su vida holgada y conservar sus privilegios económicos y políticos.
Esas mujeres, lamentablemente existen, y son las mejores aliadas de los varones misóginos, porque son un elemento más en su equipo y en sus ambiciones.
Lo que dijo recientemente Guadalupe Loaeza—en una conferencia que impartiera en el Congreso Local Veracruzano, no es ninguna novedad”: “Estamos en un proceso de cambio…Las mujeres no deben permitir, ni cruzarse de brazos para que sean las “amantes” o “queridas” las que obtengan un cargo de elección popular por lo que para impedirlo, hay que denunciarlas, ventanearlas”. Y esa razón ha prevalecido de un tiempo reciente a la fecha. Y me pregunto: ¿hay formas de impedir que puedan llegar este tipo de mujeres? Y contesto, que sí se puede, aunque cuesta mucho trabajo y se crean enemigos gratuitos y como ejemplo, comparto con ustedes una experiencia que me sucedió en el ONMPRI nacional:
En 2006, siendo Presidenta del Comité Nacional de este organismo Esthela Ponce Beltrán y su servidora Secretaria General del mismo, tratábamos de ser justas y por ello acordamos que para ocupar los cargos de relevancia en nuestra organización, hiciéramos valer ante todo los méritos y experiencia política de las mujeres por sobre cualquier otro aspecto, condición o recomendación. Y lo hacíamos, como una forma de evitar que ciertas “señoras” advenedizas y oportunistas de la política—la mayoría recomendadas–, desplazaran a las mujeres con calidad de cuadro y carrera de partido. El Presidente del PRI nacional era entonces, nuestro amigo el Dr. Mariano Palacios Alcocer.
Y recuerdo que un distinguido exgobernador de Sonora—que omito su nombre pero que se le recuerda porque no terminó su período y gobernó solo 3 o 4 años–, quiso meter a su “amiga con derechos” a una de las posiciones femeniles del Consejo Político Nacional: la Coordinación de Asuntos de Género, espacio que le tocaba decidir a la Presidenta del ONMPRI. Eran los tiempos en que Esthela Ponce, buscaba ser postulada en la candidatura al Senado en su natal Baja california Sur y por esa razón estaba ausente en ciertos períodos, lo que se quiso aprovechar. Para ello el Sr. exgobernador, no guardó las formas y en lugar de tratar la propuesta en el ONMPRI se lo pidió directamente al Presidente del PRI nacional y él como un gesto de cortesía lo aceptó, y sólo avisó al ONMPRI su decisión y programó la fecha de protesta al cargo. Lógicamente, que el plan del exfuncionario sonorense, que ya para el momento tenía asegurada su diputación federal plurinominal, era colocar a su “amiga” en una buena posición nacional, para después pelearle una representación también a ella. Pero el plan no le salió.
Esthela Ponce se inconformó porque ese cargo le tocaba decidirlo a ella y días antes de que se celebrara la toma de protesta de esa posición en el Consejo Político nacional, me pidió que como Secretaria General, tratara el tema directamente con el Presidente del PRI nacional, comunicándole la negativa de aceptar esa propuesta. Y me tuve que hacer de valor para poder cumplir la encomienda.
Primero me entrevisté con el Secretario Particular del Presidente del CEN del PRI y le transmití el mensaje textual: Licenciado, le comento que es de interés platicar con el Presidente del Comité Nacional de nuestro partido para transmitir respetuosamente el mensaje de la Presidenta del ONMPRI nuestra amiga Esthela Ponce—ausente porque se encuentra en BCS–, que hace notar, que en el proceso para elegir y decidir la posición de la Coordinación de Asuntos de Género del Consejo Político Nacional, dado que por una parte no se guardaron las formas y no le fue consultada la propuesta siendo que es una facultad estatutaria que tiene; y como la propuesta también recae en una persona que no lo merece, –por razones vergonzosas que no vale la pena ventilar–, le comunica que no es aceptada y que por lo tanto pide con respeto, al Presidente del CEN, rectifique y suspenda la toma de protesta de esta persona, hasta que se valore a alguien que tenga los merecimientos para que ocupe esa posición.
Acto seguido, el secretario particular, me dijo: ¿cuáles son esas razones vergonzosas? A lo que yo le comenté: “pues se las diré porque usted lo pide—y porque es algo que se ha ventilado al interior del Comité nacional de las mujeres—y contesto con la verdad. Está probado que la señora es la amante del Sr. exgobernador y anda buscando acomodarla para resolver su situación económica y, aunque su vida privada no nos interesa, tampoco permitiremos que esa sea la razón para imponerla en un cargo político tan importante; porque fuera de ser la concubina, la persona no tiene ningún mérito para ocupar esa posición. Y como existen decenas de mujeres priistas a las que les sobra capacidad, experiencia y honorabilidad, lamentamos informarle que no se acepta la propuesta”. El secretario particular, solo me miró y me preguntó: ¿y si de todas maneras imponen a la persona en el cargo? Le contesté: “el acuerdo es que lo haremos público y desconoceremos el nombramiento”. Le cambio al rostro y sólo me contestó: no se preocupe yo le transmito el mensaje al Presidente y él determinará la fecha de su audiencia.
Al tercer día, me llamó y me dijo que me esperaba el Presidente del CEN del PRI. Llegué ante él y con la confianza y respeto que siempre le agradecimos al Dr. Mariano Palacios por su excelente trato con todas quienes integrábamos el Comité Nacional Femenil, me dijo: “Zaida, he escuchado el mensaje y me apena mucho conocer razones lamentables y que se esté proponiendo a una persona que no tiene merecimientos para el cargo, ya hablé con Esthela, y como mañana está programada la toma de protesta, pues espero sólo que lo tome con prudencia nuestro amigo y su “amiga”, pero el acto se suspende hasta que se acuerde de manera formal con la Presidenta del ONMPRI y se elija a quien realmente lo merezca”. Agradecí la respuesta y me retiré.
Cuando salía de la oficina del Presidente, me encontré al Secretario particular y me dijo: Licenciada Zaida, no sabe qué “alacrán” nos acabamos de echar encima. El exgobernador ha sido notificado y está terriblemente molesto, pero ustedes ganaron. Las felicito.
Esthela, llegó al otro día a la oficina y brincábamos de gusto y nos felicitamos todas las del Comité, porque por primera vez se había sentado un precedente de eliminar un nombramiento a una mujer no grata —que como muchas las hay lamentablemente—que cifran su suerte política a los privilegios que reciben de sus amantes o padrinos en turno y no se preocupan por llegar de manera digna a los espacios.
Y no faltó, quien nos cuestionara el hecho y, a ellas hubo que contestarles: “Que si realmente queríamos la equidad de género, entonces debíamos primero ser justas entre nosotras, para darle a cada quien lo que merece de acuerdo a su esfuerzo y capacidad. Por lo que evitar el que llegaran “algunas” por la puerta fácil, era hacer justicia a otras que esperaban mucho de sus dirigencias femeniles, de la política y de la sociedad”. Moraleja: Si las mujeres tuviéramos el cuidado de ser respetuosas y justas entre nosotras, otra cosa sería.
Al contrario es más fácil ver comportamientos ventajosos de algunas mujeres por sobre otras que han trabajado mucho en sus partidos políticos, que invierten de su dinero, que no duermen con tal de sacar un compromiso y que son a las primeras que golpean u olvidan cuando ellas aspiran a un proyecto o tienen una necesidad. También conozco políticas, que exigen respeto pero no son capaces de ganárselo. Quieren trato de privilegio y no saben primero tratar con educación a los demás. A estas les digo: si algo es difícil en ese medio, es precisamente ganarse el reconocimiento de otros y otras, y éste no se gana por la fuerza o con dinero, sino por la gentileza en el trato, eficiencia y hechos que trascienden a través del tiempo.
Por esas y otras razones, muchas mujeres se decepcionan o no les motiva participar en política. Y es cierto, del comportamiento y conducta personal cada quien debe responder y asumir las consecuencias de una buena o mala actuación —y lo dice alguien que tienen muchos años de participar en el medio político y no tienen nada de qué avergonzarse–, pero de lo que suceda en las instituciones políticas y en el sector público, es deber de todos sus actores, hacerlas operar con los cuadros adecuados; y en el caso de las mujeres que se postulen, confiar en las que por su capacidad, honorabilidad, preparación y perfil idóneo garanticen los mejores resultados. Si eso se cuida, se afianzará la confianza y la credibilidad en éstas para asumir cualquier tipo y nivel de responsabilidad.
Por eso en esta fecha, 17 de octubre, quise expresar lo que se puede mejorar para continuar haciendo un mejor papel en la historia política de México. Y me felicito y felicito a todas las mujeres mexicanas porque hoy gozamos de derechos plenos y de libertad para decidir lo mejor para nuestras vidas. Felicito a las funcionarias y políticas profesionales que han sabido dignificar los espacios y con eso generado confianza. Un abrazo a las académicas, a las que trabajan en las oficinas públicas, a las que laboran o estudian en los centros escolares, las que operan en el comercio y la empresa, las que educan a sus hijos desde el hogar, etc. A todas, mi reconocimiento por su esmero y por construir todos los días un mejor Estado y un maravilloso país.
Gracias y hasta la próxima