“El voto no es un hecho aislado, al margen de la evaluación del desarrollo que va alcanzando la sociedad en su conjunto. El voto es un ejercicio de la razón que integra los juicios sobre los diferentes aspectos del acontecer nacional y califica la viabilidad y coherencia de las propuestas de cada partido”.
Luis Donaldo Colosio
La derrota del PRI en Veracruz, del pasado 5 de Junio en la candidatura al gobierno del estado y en la mayoría de los distritos, es parte del riesgo que todo partido tiene al competir en una jornada electoral. El PRI había ganado siempre en Veracruz la gubernatura del Estado y la mayoría de las diputaciones locales y no por eso implicó en el pasado la muerte de las demás fuerzas políticas. Por el contrario, siempre le merecieron respeto.
Así que si bien es cierto que hoy le tocó perder, también es cierto que quien quiera ver muerto al PRI Veracruz, tendrá que esperar y mucho.
Los motivos de la derrota están más que claros, como dijera Manlio Fabio Beltrones en su intervención del día 20 de Junio frente a la Comisión Política permanente del PRI Nacional al presentar su renuncia: “Hay que decirlo fuerte y claro, en muchos de los casos los electores dieron un mensaje a políticas equivocadas o a políticos que incurrieron en excesos, que no tuvieron conductas transparentes y que no actuaron de manera responsable”.
Por eso el pasado proceso electoral, dio una lección al priismo nacional y local, así se tiene que asumir, y debe servir de escarmiento para ser más críticos al interior, porque no fue bueno no hablar a tiempo sobre lo que estaba sucediendo en algunos estados en los últimos sexenios, porque eso permitió que los malos militantes, seres ambiciosos que llegaron al poder—con muy contadas excepciones–, mancharan este instituto político y el voto de castigo—tarde o temprano–sería inminente.
Y ahora le tocará hacer lo que les corresponde a las autoridades competentes contra los malos gobiernos, sean del partido que sea. Esa es tarea de la justicia y de los que hoy gobernarán en la alternancia, que esperamos cumplan con sus obligaciones cabalmente; porque si no lo hacen o no comprueban lo dicho en su discurso de campaña y no hay delitos que perseguir, pues entonces tendrán que hacer algo también para darle una explicación convincente al electorado y aceptar las contras.
En el caso del Estado de Veracruz, Héctor Yunes Landa, fue un excelente candidato de una coalición digna y entregada y ni él ni el priismo veracruzano merecían perder, pero fue más fuerte la lápida que se cargó durante la campaña, que bastante hicieron los candidatos para poder alivianarla, lo que fue políticamente imposible de lograr.
Por eso hoy, sería humillante y vergonzoso que se vinieran a acomodar al CDE del PRI o a los comités municipales, los emisarios del pasado o sus allegados o allegadas, que mancharon el nombre de la institución política en su intención de volver a someter al PRI Veracruz a sus caprichos. Y todo en su desesperación de afianzar su posición para el 2018. Y ahí es donde deben cerrar filas. Ahí es donde deben surgir los cuadros femeninos y masculinos idóneos que puedan rescatar con su valiosa presencia la confianza del electorado.
Por eso hoy quiero hablarle a los priistas—con los que he trabajado durante muchos años–, a los que le duele lo sucedido, a los que desde ayer ya están de pie y viendo de frente con todo y lo que digan, inventen y aúllen los lobos que siempre le han rechazado y que piensan, que la democracia mexicana se escribe sin el PRI. Craso error de ignorancia.
Solo hay que recordar lo que paso en el año 2000 cuando se perdió la Presidencia de la República, los priistas traidores se fueron a hacer fila ante el nuevo gobierno y muchos medios, empresarios y partidos opositores se volvieron sus severos detractores y sentían que con eso el PRI se esfumaba.
Pero se pasó pronto la etapa de duelo y vinieron otras de reflexión y de acomodamientos internos que le permitieron a ese instituto político, ir caminando nuevamente—cuesta arriba— y avanzar rápido, afianzando triunfos en el país; y la clave fue tener buena guía, recuperar la identidad de partido y mucho trabajo de fondo, lo que les permitió ganar contundentemente en 2012 el poder nacional, ser mayoría en los gobiernos estatales y en los municipios del país. Por eso los opositores al tricolor no deben cantar victoria.
De los errores se aprende y deben analizar las cosas de fondo.
Como dijera igualmente Beltrones: “Lo que está en juego no es la numeralia electoral, sino el proyecto de nación para el siglo XXI” y “Hoy toca (al PRI) hacer una pausa necesaria”… “hacer un análisis minucioso y objetivo de las circunstancias en que se dio este proceso y también de los resultados”.
Para el PRI Veracruz, son tiempos de tomar decisiones calculadas y firmes. Y ante esto algunos ciudadanos se preguntan: ¿Se acabarán las simulaciones –con sus honrosas excepciones–de organizaciones y sectores y de estructuras territoriales que no dan respuesta en los tiempos electorales, pero que seguro el año entrante estarán reclamando su posición en las comunas? ¿Se acabarán los grupos conformados por hombres y mujeres, que huelen al pasado o que están asociados a éstos buscando afanosamente quedarse con la dirigencia estatal? ¿Permitirán esos individuos, que se incorporen en los cargos de dirigencia los mejores cuadros profesionales de la política veracruzana, hombres y mujeres que han prestigiado ese partido en el pasado y presente y que tienen deseos de trabajar?
Pues eso lo tendrá que decidir el priismo y no quienes van de salida; y estoy segura que buscarán lo mejor, porque las imposiciones y decisiones calculadas a modo fueron las que minaron su interior en los últimos sexenios y si el “vaso ya se derramó” segura estoy, que tampoco permitirán que se vuelva a llenar con lo mismo.
El año siguiente habrá elecciones de Ayuntamientos y ahí se verá si la ciudadanía le va a apostar–para gobernar su municipio–, a candidatos que salen de la nada, que ni campaña hacen, que le apuestan a la denostación para cooptar a los resentidos y con eso ganar y hacer una aventura su gobierno; o a aquellos que convencen en el acercamiento con la ciudadanía, que están preparados, que tienen propuesta y poseen una imagen conocida y honorable ante su comunidad. Como igualmente en el 2018, en donde nuevamente habrá elección de gobernador y por ese motivo seguramente surgirán muchos nombres para la candidatura. En el caso del PRI, saldrán a la palestra muchos, pero pocos tendrán posibilidades porque en el consciente –que no inconsciente—colectivo habrán de considerarse aquellos personajes distinguidos, conocidos por su actuar responsable y profesional. Ellos, por su caminar de muchos años buscando esa aspiración, hoy tienen en su haber ya un fuerte capital político y una ventaja sobre otros.
Por conocer a los priistas, sé que son más que una derrota electoral. El verdadero priismo es el que tiene vergüenza y actúa con valores y con ideario; hombres y mujeres capaces, responsables, que actúan en la mística de los principios y de la ética política. Los verdaderos priistas saben valorar la historia, saben lo que cuesta luchar y lograr un proyecto de beneficio social y político todos los días cuando son poder, saben los que es conservarse en el ánimo de los electores actuando en congruencia a sus principios porque han salido de sus encargos con la consciencia tranquila; los que se formaron con buenos modelos y han tomado el ejemplo de figuras valiosas que dieron su vida a las causas nacionales y estatales.
Si se valora de fondo el resultado del primer domingo de junio: el PRI, perdiendo ganó, porque eso ha de permitir la oxigenación interna y con ello lograr la reconstrucción de inmediato haciendo un llamado a su unidad, disciplina, respeto y trabajo. Pero para reconstruir, necesita aprovechar en todo el territorio veracruzano el valor de sus liderazgos, a los que poseen capacidad de convocatoria, experiencia y buena voluntad de hacer las cosas a la altura de su militancia y de la sociedad. Requieren de enlazar las generaciones de antaño y las nuevas–no maleadas—para hacer un excelente papel. En suma, continuar adelante, luchar porque haya un cambio de fondo y no se repitan las pesadillas políticas.
Igualmente el PRI Veracruz habrá de poner en adelante, en el centro de la atención de sus integrantes, la moralidad como base de su actuación. No existe un político bueno, sino hay un signo de moralidad en sus actos. Esa moralidad que concibe al poder como instrumento de servicio y no como fin para saciar intereses individuales o de grupo. Esa moralidad, en donde la palabra empeñada y el cumplimiento de los compromisos son la base para mirar de frente siempre a la sociedad y la motivación diaria para seguir sirviendo, siendo la única forma en que se prestigia la política y se da valor a una institución y a quienes la conforman.
Hoy la política tanto en nuestro estado como en el país, obliga a los partidos y a la sociedad a tener objetivos y principios muy claros, no perdiendo el valor de lo esencial:
Primero, la Nación (y ello incluye a sus entidades), que obliga al fortalecimiento de la soberanía, las instituciones y las leyes. Y cualquier amenaza al desarrollo, seguridad, la paz y la integridad de sus ciudadanos debe ser prioridad para defenderla de los enemigos de México, que están dentro y fuera del país.
Partido o gobierno que le apueste al desorden, a la inestabilidad y al atraso, es un enemigo de México.