En los últimos años, a escala internacional se ha venido discutiendo la necesidad de llevar a cabo la flexibilización del mercado laboral con el objetivo de reducir el alto desempleo, fomentar la competitividad del aparato productivo, tanto interna como externa, tener un mejor uso del capital humano y dinamizar la economía.
Entonces, pensé en las “Reformas Estructurales” y en la esperanza de que por lo menos en poco tiempo, se vean efectos positivos que repercutan en los bolsillos de la mayoría de los mexicanos.
Desde esa óptica, todo se ve bien y se habla de economía, finanzas, números y más números pero me pregunto ¿qué pasa con el actor principal de todo este escenario que somos precisamente los pobladores de esta nación? ¿Qué pasa con nuestra mentalidad? ¿Tenemos el deseo de crecer, de prosperar, de ser mejores y afrontar el reto que esto implica y que tiene que ver con el cultivar en nuestra mente esquemas de calidad y de superación personal?
¿Qué pasa con nuestros principios como personas y como país? ¿Con nuestros valores y filosofía, con nuestra pasión y entrega al hacer las cosas y sobre todo con el desarrollo de nuestras competencias y habilidades para poner en práctica los conocimientos que hemos adquirido a lo largo de los años en beneficio propio y de los demás?
Pienso que el responder a una simple pregunta como la anterior nos debe hacer reflexionar a todos: al obrero, al profesionista, al técnico y al burócrata. Le compete al profesor, al político, a los estudiantes y las amas de casa, así como al inversionista y a los que contribuimos con nuestras acciones a construir la fisonomía que al día de hoy tiene y tendrá México en lo futuro.
La verdad es que el Presidente Enrique Peña Nieto y su equipo en el gobierno y en el Congreso han mostrado una osadía poco común. Se atrevieron al cambio, que es algo de lo que no pudieron presumir ni siquiera los gobiernos de la alternancia. Peña Nieto impulsó un nuevo marco jurídico sin renunciar al hecho de que el Estado mexicano siga siendo dueño de los hidrocarburos en el subsuelo pero habrá la explotación y su competencia. Todavía no se sabe cómo resultará la jugada, hay oportunidades enormes pero también grandes riesgos.
Hacia 2018, cuando Peña Nieto esté haciendo maletas para regresar a Atlacomulco, comenzaremos a ver claro, por ahora no. Sin embargo, es loable el afán del gobierno de buscar, al costo que sea, generar más empleos mejor pagados que es la fórmula mágica para combatir pobreza y desigualdad. No hay otras sopas en el menú. La divisa Peñista es crear un gobierno eficaz, uno que dé resultados, que haga camino al andar. Hay que crecer con mayor igualdad social.