El nuevo sistema nacional anticorrupción anunciado recientemente por la fuerza política del país es un primer paso (y uno muy necesario) para acabar con uno de los factores más perjudiciales y dañinos para el desarrollo de México como país y sociedad.
Pero su efectividad radica en dos factores fundamentales, el primero, en la existencia de leyes secundarias que cubran y ataquen todos los escondites y recovecos donde la corrupción se ha asentado como una piedra angular del día a día mexicano.
El segundo, y probablemente el más difícil de lograr en el corto plazo, es la aplicación y el cumplimiento de la ley, es decir, la efectividad de un estado de derecho que como todos hemos experimentado y sufrido alguna vez, se encuentra en un círculo vicioso donde conceptos como ley, justicia y cumplimiento generalmente favorecen a quien puede pagarlo.
Entonces la pregunta clave es; ¿Podemos terminar con la corrupción?, ¿Es posible acabar con la cultura de dádivas, comisiones, sobornos, mordidas, extorsiones, moches o cualquier otro sinónimo utilizado a lo largo del país?
Por supuesto que es posible, todo radica en la planeación y ejecución de un plan de acción que brinde un marco legal y operativo que asfixie a la corrupción hasta que eventualmente, en un futuro no muy lejano, lo veamos como un fantasma del pasado que no debe volver jamás.
A continuación detallaré ocho propuestas concretas para combatir la corrupción tomando como base el sistema nacional anticorrupción:
• INDEPENDENCIA – Los organismos anticorrupción necesitan ser independientes y autónomos para funcionar, es decir, no habrá reforma que sirva si el Auditor Superior de la Federación, el secretario de la Función Pública, el fiscal Anticorrupción y los jueces se encuentran sometidos a la voluntad del gobierno en turno y de los políticos.

• SANCIÓN – Una de las principales razones por la cual la corrupción reside tan arraigadamente en nuestro país es debido a que suele quedar impune la gran mayoría de las veces, por ello, no basta con transparentar la información y el uso de los recursos públicos, es necesario dotar a las instituciones de la capacidad de perseguir y sancionar los actos y a los actores de la corrupción.

• MEDICIÓN – “Lo que no se puede medir no se puede controlar”, para que un sistema anticorrupción funcione, necesitas saber qué produce, por lo tanto, es ineludible generar indicadores de desempeño que reporten de manera fiel y real los resultados y el avance de la lucha anticorrupción.

• CASTIGO – Parte principal del problema es la contaminación existente en el entorno empresarial, por lo que es necesario limpiar el sector privado de las manchas que produce la corrupción, y esto solo se puede lograr a través de penas y sanciones tanto penales como monetarias que sirvan de ejemplo y obligue a las empresas a pensárselo dos veces antes de realizar actos de corrupción.

• 0 CONFLICTO DE INTERÉS – Unas reglas claras para minimizar, mitigar y en el mejor de los casos eliminar los conflictos de intereses ayudarán a reducir las enredadas y complejas relaciones existentes entre funcionarios públicos y la iniciativa privada.

• VACÍOS LEGALES – Ningún plan de acción anticorrupción tendrá éxito si la ley contiene trampas, excepciones, vacíos legales o tecnicismos que prevengan su debido cumplimiento y aplicación, hay que definir claramente la tipología para cada acto de corrupción y sus correspondientes penas y sanciones.

• LIMPIEZA PÚBLICA Y PRIVADA – Este punto tiene que ver con el cambio cultural y de mentalidad necesario para que todos los engranajes del sistema funcionen correctamente, hoy más que nunca es importante y necesario el cumplimiento a un código de ética y el combate a la corrupción desde adentro, es decir, desde cada uno de los ciudadanos de este país, sea cual sea nuestra ocupación o interés, debemos denunciar y hacer públicos todos y cada uno de los actos de corrupción de los que seamos testigos.

• VIGILANCIA ELECTORAL – La única forma de reducir la corrupción en el largo plazo es atacando el origen del problema: el financiamiento ilegal de muchas (por no decir todas) campañas políticas, donde se estima que por cada peso gastado en campaña hay otros tres pesos que ni se ven ni se reportan, por lo que una fiscalización de los partidos políticos acabaría con una de las raíces más profundas de la corrupción en nuestro país.
El objetivo de esta columna no es inventar el hilo negro, las propuestas no se salen de lo extraordinario, de hecho muchas llevan años esperando ser escuchadas y puestas en acción, pero lo interesante radica en que la respuesta siempre se ha encontrado dentro de cada uno de nosotros como ciudadanos e individuos de una sociedad, la corrupción permanecerá hasta que decidamos lo contrario, somos un país que no tiene más ni menos que el gobierno que merece.
Yo ya estoy harto de la corrupción. ¿Y tú?
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