Hay dos deportes que parecen estar de moda en Veracruz: uno, adivinar quiénes serán los candidatos a diputados locales por el PRI y sus aliados, y por la coalición PAN-PRD; dos, aconsejar al precandidato priista Héctor Yunes Landa.
Ambos se ejercen de manera preponderante entre columnistas y analistas de los medios de comunicación, así como entre quienes al parecer se dedican de tiempo completo a subir sus opiniones en las redes sociales, con énfasis en Facebook y Twitter.
En el caso del primer deporte, el de la adivinación, hay una razón de peso (que en muchas ocasiones llega a ser de pesos). Esa razón es que las menciones en la prensa son un referente que toman en cuenta los miembros de ese grupo ignoto -de esa entelequia que nadie conoce pero bien que opera- que se dedican a integrar las listas que van y vienen en los partidos y en los puntos de decisión mayor, como ciertas oficinas públicas, estatales o municipales.
Por eso los periodistas son tan solicitados por los aspirantes en estas fechas. Muchos saben que la aparición de su nombre en tal o cual columna puede ser el gramo que balancee la pesa a su favor. (Por eso también algunos mercachifles llegan a tasar sus espacios, que se convierten en espacios vendibles a cuenta del mejor postor).
Y además el tema concita el interés del público. No escribir sobre las listas y las aspiraciones, es salirse de una zona de confort en la que pululan los lectores. Los periodistas profesionales saben que ahí tienen un filón que les atrae muchas miradas a sus columnas impresas y miles de visitas a sus textos subidos en todas las modalidades de Internet. (Los otros, ven ahí una oportunidad de hacer negocio con su lastimera prosa… allá ellos.)
Y para el segundo deporte, hay miles de jugadores, cientos de miles de fanáticos, y millones de directores técnicos o managers o couches.
Habría que pedirle a un estudioso del cerebro humano, a un sicólogo o a un sicoterapeuta, que dilucide cómo funciona ese eslabón en la mente que orilla a tantos y tantos a asumirse como consejeros áulicos, como los dueños de la razón y las razones con las que deberá enderezar su rumbo el precandidato.
Bien que más bien que menos, cada veracruzano -y muchos foráneos disfrazados de oriundos- tiene la idea genial, la panacea, la solución a todos nuestros problemas, de modo que el por hoy precandidato sólo tiene que acatar, hacer lo que se le dice… y todos seremos felices.
El único problema reside en que el precandidato, como buen veracruzano que es, también tiene su propia idea, y por razones de la obviedad preferirá echarla a andar por encima de lo que piensen los demás.
Porque el que ganó fue él.
Porque el de la responsabilidad es él.
Porque el que arriesga el pellejo y el prestigio es él.
Si me permiten, yo le diría a don Héctor que no haga caso de lo que le digan los demás, y que siga lo que le indique su conciencia.
Ah, y entrados en gastos, también le aconsejaría…
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