No tiene pierde la “Prosa aprisa” de Arturo Reyes Isidoro que tituló “Un triunfo de la cultura sobre la política”, sobre todo por las apreciaciones que este experimentado periodista hace sobre el ejercicio de la comunicación y en particular sobre el asunto de la crítica periodística.
Y menos pierde tiene la referencia que hace a otro gran periodista y escritor, Juan Villoro, y a su imperdible texto “La crítica y la esperanza” (digitallpost.mx/noticias-detalle.php?contenido_id=50888&seccion_id=46).
Arturo recoge una honda preocupación que campea sobre todo en los periodistas añejos debido a que la prensa actual parece sólo interesarse en las noticias malas, y de ahí yo añado que muchos reporteros noveles consideran que la función primordial de la comunicación es criticar, y olvidan que su cometido principal es informar.
Muchos periodistas consideran de buena fe que hablar mal de cualquier acción de gobierno es hacer buena prensa. A ellos les vendría muy bien leer el fragmento que Arturo destaca de Villoro, que considera interesante y que comparte plenamente, en lo que yo me sumo (de sumar):
«No se puede cambiar el mundo sin empezar a cambiarlo. La construcción de la esperanza supone la derrota de nuestro propio pesimismo. Por desgracia, los primeros pasos que se apartan de la norma no suelen ser vistos por quienes piensan que la conciencia crítica consiste en repetir que todo fracasó. La necesaria condena de las numerosas lacras nacionales provoca que en ocasiones dar una buena noticia parezca una claudicación».
A Villoro (y a Arturo y a un servidor) le causa grima que los reporteros se vayan por la nota fácil, la que vende, la que es noticia según una concepción superficial de la información y de su manejo.
Yo le añado que un problema grave es que muchos muy leídos columnistas no critican realmente, sino que solamente insultan y echan denuestos contra todo y todos los que están en el gobierno.
Concluyo con otra cita del texto brillante de Juan Villoro, que relata el caso que le sucedió en Michoacán, cuando se presentó un exitoso grupo de promotores de la lectura:
“La más enjundiosa de mis colegas me informó que no tenía caso hablar de algo que ya había fracasado. Le pregunté a qué se refería y dijo que los bajos índices de lectura revelaban la ausencia de políticas públicas. Obviamente, desde un punto de vista general tenía razón. Sin embargo, la realidad consta de partes y hay cosas que mejoran poco a poco. El infierno, como escribió Italo Calvino, no pertenece al más allá: está entre nosotros. La resistencia al mal consiste en detectar lo que no es infierno para apoyarlo y darle espacio. Caer en la ‘dialéctica del Todo o Nada’, a la que tantas veces se refirió Octavio Paz, significa ejercer la esterilidad. Argumenté que los impresionantes esfuerzos de los mediadores no podían ser desechados a causa de la mala salud de la República.”
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