La definición general de la oposición política puede variar de acuerdo a la época y al lugar, pero siempre conservar+a algunos rasgos comunes. De alguna manera se ha creado un entorno peyorativo a esa palabra, colocándola en una postura negativa, como si ser o decirse de oposición fuera políticamente incorrecto; se acentúa su imagen de contradicción y se le aísla. Lo peor es que los opositores naturales y legítimos caen en el juego de los prejuicios y procuran encubrirse para no ser señalados, llegando a actuar como sus contrapartes hegemónicos. Todavía peor es que el sano, indispensable y vital pluralismo se pervierta con oposiciones de mentiras y membretarias.
Se inventan todo tipo de eufemismos para apellidarse en la oposición, se crean modas y se envuelven con muchos colores en su oportunismo. Se dicen modernos, dialogantes, pro positivos, demócratas, de trabajo y demás; lo único que se les olvida es ser, precisamente, opositores. Si son de oposición es que son independientes, critican y luchan; lo contrario, es falso.
En nuestro país las oposiciones se debilitaron al entrar al pacto por México, porque sólo trajo ventajas para el partido en el poder y el presidente Peña. Ese acuerdo mezcló posturas y ocasionó una confusión de identidades y posturas centrales. La desmovilización social se explica en gran medida por la falta de convocatoria y credibilidad de los partidos políticos de oposición. El pacto resultó antidemocrático en tanto que fortaleció a un partido, trajo ganancias grupales para las burocracias partidarias y desvaneció las presencias opositoras.
La oposición política es normal y juega un rol democrático, canaliza visiones y hace contrapeso a los grupos en el poder. No es moda o capricho, no se resuelve con membretes y simulaciones. La oposición tiene que ser real, debe expresar modos de pensar distintos, demandas ciudadanas y jugar un papel de contrapeso del poder. Si no cumple con esos requisitos puede ser cualquier cosa menos oposición. Es altamente nocivo para la democracia y la salud de la vida pública que se simule la oposición, lo que ocurre cuando se le copta o se le inventa. Más siglas, así sean de colores distintos, no garantizan diversidad genuina. Si no hay canales independientes de expresión se atrofia la realidad política.
En los niveles municipales, con reflejo en los cabildos nada más, puede justificarse cierto tipo de paja partidaria; tal vez no haya de otra y con esos canales sea suficiente para que se expresen ciertas inquietudes sociales. En un país y en los estados es muy diferente, en esos espacios la necesidad de puentes y canales de expresión plural es mucho mayor. A estos niveles entran en juego la división de poderes, el trato a los ayuntamientos, las políticas públicas y los presupuestos, entre otros aspectos fundamentales de la vida en sociedad.
La oposición es indispensable, pero debe ser real, para hacer los contrapesos, la crítica y la vigilancia al poder. Sin oposición hay más corrupción y se plantean escenarios y personajes absolutistas. El sueño de los monárquicos y autoritarios es un sistema político sin oposición o uno simulado. Cundo lo logran pudren la vida pública, aumentan la corrupción y la inseguridad. Se requiere volver una y otra vez sobre lo que pareciera de obviedad pero no lo es, es decir, lo indispensable que resulta la oposición para una vida normal en la sociedad.
No sólo se debe evitar su represión sino que se le debe estimular, respetar y reconocer como parte del sistema, ubicándola en su justo término y lugar. Sin oposición vienen los desequilibrios y todo se traba. Es un asunto mayor, que merece el trato más serio que sea posible. Minimizarlo es un gravísimo error. El país perdió mucho con pactos de la unanimidad, no hubo contrastes marcados y se alentó la confusión y el desanimo. Veracruz, es peor: feria de membretes y oposición domesticada, con efectos desmedidos en el ejercicio del poder y un desdibujamiento negativo de los que deberían ser alternativos al oficialismo.
De ese cuadro fatal resalta el triste y ofensivo papel del PRD, devenido al rojo, alquilado por «los chuchos» y transformado en comparsa. Ese rol lo hace intrascendente y lo encamina a la extinción, teniendo todavía su última oportunidad en la próxima elección interna. El rescate del PRD puede ser el inicio de una ruta diferente, de su incorporación decente, combativa y útil a la vida pública de Veracruz.
Recadito: Rescate o muerte del PRD en Veracruz.
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