Elena Poniatowska es modelo, emblema y símbolo para la literatura y el periodismo mexicano.

Es recia como no se puede imaginar quien no la conozca -si lo hay-. Su reciedumbre sorprende a quien sólo vea su figura de señora que no rompe un plato, su aspecto de ama de casa sin menoscabo, su papel bien jugado en el resbaladizo terreno de la impertinencia ignorante.

Como reportera sin igual, Elenita se acompasa, se asoma y suelta la pregunta al parecer ingenua que pone a temblar al poderoso, al político, al funcionario.

Recuerdo la entrevista que publicó de Miguel de la Madrid cuando era candidato del PRI a la Presidencia de la República, es decir, cuando ese tipo de personaje no se podía tocar ni con el pétalo de una rosa: “Tiene cara de niño Menem”, escribió con la candidez reveladora que nadie le pudo o le supo alegar.

Y como escritora, como literata, revela su buena crianza, su prosa cumplida, su buen trabajo de campo para llevarnos de la mano con personajes reales como la abuela perenne en tantos libros, como Manuela y Esmeralda en los cuentos de De noche vienes; personas de papel que se juntan a personajes reales, reales, que Elena Poniatowska nos revela en sus misterios a través de la prosa, como Tina Modotti y Leonora Carrington

Del lado de la mujer, combatiente por la mujer, tal vez feminista, la gran periodista y escritora nos ha propiciado la revelación de otras enormes mujeres, como Frida Kahlo, Pita Amor (su tía, por cierto), Rosario Castellanos, María izquierdo, Elena Garro, Nahui Olin y Nellie Campobello.

Esa es en parte Elena Poniatowska, nacida en Paris de padres polacos (toda una princesa, por cierto, para los que se derriten por las sangres azules). Pero también la más mexicana de las escritoras mexicanas, o tanto como ellas.

Elena se mantiene firme en el huidizo terreno de la congruencia y de la justicia. Para su tozuda personalidad de crítica irreversible no han valido amenazas, lisonjas, ni seducciones. Ella es como es, y se mantiene incólume sin hacer aspaviento de su valor, de su inteligencia, de su talento revelador.

Nuestra escritora tiene mucho que ver con Veracruz. Uno de sus primeros libros se lo publicó Sergio Galindo: Los cuentos de Lilus Kikus. Pero además mantiene amistades profundas con escritores e intelectuales de estas tierras, con Sergio Pitol a la cabeza.

Elena Poniatowska ha estado recientemente entre nosotros: vino a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de la Prepa Juárez, y su presencia fue una verdadera conmoción en esta ciudad que mantiene lectores y amantes de la literatura.

Y apenas el sábado pasado estuvo en Córdoba, donde recibió el agradecimiento y el reconocimiento por su obra y sus libros.

Literata al fin, visitó el ingenio El Potero, para conocer la casa donde vivió el poeta mayor de esas tierras, Jorge Cuesta.

Habría que irla nacionalizando como veracruzana.

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