Jesús J. Castañeda Nevárez.- jjcastaneda55@nullgmail.com
Llegó el gobernante ante el clérigo y anticipó el motivo de su inesperada visita: “vengo a confesarme”; el sorprendido sacerdote exclamó: “Que vienes a queeeee??” “pero si tú no has hecho nada”.
Desde luego que hay una enorme diferencia entre el engañar al pueblo o pretender engañar a Dios. El pueblo es noble y se abusa de su ingenuidad, por ello todo lo que se le diga lo cree a ciegas; pero también lo es su exagerado sentido de esperanza, que lo lleva a imaginar siempre que el mañana será mejor o que pronto las cosas se compondrán y que todos vamos a estar bien.
En el pasado los informes presidenciales tuvieron tanta fuerza, al grado que toda la economía del país se detenía por las últimas semanas y se reactivaba una vez terminado el informe; siempre dependiendo del “aviso central”, porque siempre se temía que ocurriera algo inesperado.
Fuera del discurso y las cifras alegres, el principal referente de lo que sucedía en la economía del país era medido por el tipo de cambio de nuestra moneda. Desde el gobierno de Porfirio Díaz en el que el dólar y el peso estuvieron empatados 1 a 1, con variaciones constantes hasta Lázaro Cárdenas en que la paridad peso dólar era de $ 3.50 y después con Adolfo Ruiz Cortines que llegó a los $ 12.50 donde se mantuvo por 22 años.
Con Luis Echeverría vivimos la primera devaluación como resultado de una equivocada estrategia de la política interior y exterior; con una política de excesivo gasto público que agudizó la crisis económica del país, con un ingreso bajísimo en la recaudación que propició un endeudamiento externo que creció hasta convertirse en la “deuda eterna”.
Fue unas horas antes del informe presidencial de 1976 cuando la paridad peso – dólar pasó de los $12.50 a $26.50 en un duro revés a la economía de los mexicanos; la tendencia continuó con López Portillo y Miguel de la Madrid, hasta llegar a los $ 2,289.58 pesos por dólar.
Con Salinas de Gortari alcanzamos los $ 3,410.00 y con Ernesto Zedillo los $ 9,360.00 pero convertidos a los Nuevos Pesos con la eliminación de los 3 ceros, la nueva forma de decir nuestra paridad fue de $ 9.36 pesos por dólar.
Con Fox la paridad pasó de $ 9.36 a $ 10.88; con Calderón alcanzó los $ 15.36 debido a la crisis económica mundial en el 2009, recuperándose al final de su sexenio a los niveles de los $ 11.35; actualmente la paridad peso – dólar está en $ 13.40.
Esta es una contundente demostración de lo que sucede cuando las cosas no se hacen bien; desafortunadamente en su momento, la clase política aplaudió a rabiar al gobernante en turno y elogió sin chistar todas sus instrucciones, como si fueran dictadas por un dios. Con la ventaja de un Congreso aliado y servil los presidentes hicieron y deshicieron como les dio la gana. Algunos ya están juzgados por la historia. Los últimos están en la antesala.
Cuál puede ser hoy la lectura del 2º Informe del Presidente Peña Nieto, cuando su gobierno sólo se ocupó de impulsar las 11 grandes reformas estructurales que pueden significar el cambio total del país por el pretendido impacto que se espera como resultado de su puesta en marcha. La esperanza está nuevamente caminando en sentido positivo; el ánimo de todos es a favor de que las cosas funcionen tal y como se ha dicho que sucederán.
La clase política aplaude y elogia lo que hasta hoy se ha alcanzado en los 20 meses que lleva el gobierno peñista; pero como dice una frase popular: “un pueblo que ignora su historia está obligado a repetirla”, no podemos lanzar las campanas al vuelo en franco festejo de lo que todavía no ocurre aunque podría ocurrir.
Será mejor esperar con mesura hasta ver los primeros resultados de las reformas y si resulta tal y como lo presumen, reflejándose los beneficios de las reformas directamente en bolsillo de la gente, en la mejoría del poder adquisitivo y en una mejor calidad de vida de los mexicanos, chance y hasta lo canonicemos; antes no. Ese es mi pienso.