El presidente Enrique Peña Nieto llega al segundo Informe de Gobierno, que entrega al Congreso, con bajos niveles de aceptación, menos de 50%, y también de calificación, abajo de cinco puntos. Ésa ha sido la tónica de todos los meses de su mandato.
Las reformas estructurales, que pienso hacen un gran bien al país, y que han sido reconocidas y aplaudidas en el mundo, son mal vistas por la gran mayoría de los mexicanos. El gobierno no ha sabido comunicar a la sociedad la importancia de las mismas.
La Presidencia en el proceso de discusión y aprobación de las reformas se concentró en el sector que garantizaba su aprobación y dejó de lado a la ciudadanía y ahora paga los costos de esa estrategia, que le resultó muy productiva, pero no ha podido remontar el descuido.
En este segundo informe, el presidente seguramente centrará su mensaje en lo que significan la aprobación de las reformas y la manera como éstas van a cambiar al país en el futuro próximo. Coincido con esa apreciación, pero no es lo que la gente desea escuchar.
La gran mayoría de la ciudadanía está preocupada, lo que le importa es el ahora y no el mañana, por su situación económica que se traduce en un bajo crecimiento del empleo y en un deterioro del salario en una economía que crece a un ritmo lento.
El presidente y su partido viven una gran contradicción, de un lado no se puede ignorar la importancia de las reformas, que constituyen un cambio histórico, pero de otro a la gente, por lo menos ahora, las reformas le son indiferentes. La ciudadanía realiza su análisis desde el hic et nunc y no del futuro posible.
La gente, pues, no se va a identificar con las valoraciones del presidente en este su segundo informe.
Ella exige resultados ya. La posibilidad del encuentro entre el presidente y su partido con la ciudadanía sólo ocurrirá cuando ésta obtenga beneficios que pueda constatar.
El impacto de las reformas en el bolsillo de la gente sólo se podrá ver, en el mejor de los escenarios, en dos años, cuando la Secretaría de Hacienda y Crédito Público anuncie que el país estará creciendo a 5.0%, que es el doble del pronóstico para este año que ronda en 2.5 por ciento.
En ese momento, en principio, pero no es seguro, es cuando se puede romper la contradicción y empatar el éxito de las reformas, ya en la fase de resultados tangibles, y la mejora de las condiciones de vida de la población precisamente como resultado de las mismas.
El presidente y su gobierno están frente a una situación que se les puede volver trágica: haber realizado cambios positivos y de gran envergadura para el país, pero no ser reconocidos por parte de la ciudadanía.
Y veremos lo que suceda en los próximos 12 meses, cuando tendrá lugar el tercer informe, pero por ahora no se ve que en el corto y mediano plazo pueda mejorar la percepción que la ciudadanía tiene del presidente y su gobierno.
Twitter: @RubenAguilar