El proceso electoral 2015 prácticamente ya dio inicio, y de ello dan muestras tangibles los partidos políticos y quienes aspiran a una diputación federal. El Partido Acción Nacional ya cambio de dirigencia nacional, o mejor dicho ratificó a su dirigente Gustavo Madero en un proceso electivo tras del cual quedaron graves resentimientos entre los perdedores, lo que constituye un remanente de problemas adicionales para el líder. En el Partido de la Revolución Democrática este domingo eligieron su Consejo Nacional para en octubre decidir quién será su dirigente, que será Carlos Navarrete, del grupo de Nueva Izquierda, o sea de los Chuchos, porque Cuauhtémoc Cárdenas se abstuvo de competir en un partido en el que las tribus desean permanencia más que un cambio.
La estrategia de las diferentes fuerzas políticas es posicionarse con el mayor número de elementos en la Cámara de diputados del Congreso de la Unión, hasta allí les puede alcanzar el patrimonio que tienen actualmente porque pensar en arrebatarle la mayoría al PRI está lejos de su realidad, y no porque el PRI haya vuelto a los añejos tiempos en los que era una aplanadora electoral, sino porque, por el lado de la izquierda, esta luce fraccionada y difícilmente lograran un bloque compacto; por el lado del Partido Acción Nacional seguirá siendo la segunda fuerza, aunque podría incrementar el número de diputados si logra concretar sus estrategias en las entidades federativas en donde tiene ascendiente histórico.
Pero la mira es más allá de la elección de 2015, pues en tiempos en los que la alternancia está combinada con la transición todo puede ocurrir. El Partido Revolucionario Institucional ya aprendió, se supone, de sus errores, experiencias de división interna como las del 2000 y del 2006 le han enseñado a mantener a como dé lugar unificadas sus filas, tal se pudo advertir en 2012 cuando con habilidad de cirujano se evitaron rupturas durante el proceso de selección, y una vez que se decidió la candidatura de Peña Nieto todos caminaron unidos hacia un proceso muy competido en el que la diferencia entre ganador y perdedores no fue muy amplia.
La historia de los procesos sucesorios enseña y debe abrevarse en ellos. Carlos Salinas de Gortari fue el candidato priista que tuvo mayores problemas electorales debido, él así lo reconoce, a los resentimientos que generó la desgastante “pasarela” de precandidatos, de tal manera que se crearon resentimientos pues quienes no consiguieron la candidatura jugaron con desgano, sin el impulso requerido para apoyar la candidatura priista en la elección de 1988. El caso de Salinas recuerda las competidas elecciones de 1940, cuando Ávila Camacho fue candidato del PRM y todo mundo decía convencido que el ganador había sido su opositor Andrew Almazán; y la de 1952 cuando el candidato del PRI, Adolfo Ruiz Cortines, enfrentó la fuerte oposición del general Miguel Enríquez, quien con gran convocatoria obtuvo gran número de votos, más que Don Adolfo. Sin embargo, Ávila Camacho y Ruiz Cortines fueron presidentes y en su momento tuvieron la oportunidad de nombrar a sus respectivos sucesores: Miguel Alemán Valdés y Adolfo López Mateos. Salinas de Gortari también nombró sucesor: Luis Donaldo Colosio, tras cuyo deceso designó a Ernesto Zedillo.
De los ex presidente solo Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán trascendieron con grupos políticos militando en torno de sus figuras, en el espectro ideológico calificaban para la izquierda y para el centro- derecha. Los dos grandes “ismos” (alemanismo-cardenismo) marcaron toda una época en el siglo XX mexicano, porque aunque ellos no imponían a los sucesores su opinión se tomaba en cuenta. Si en su momento tuvieron propósitos transexenales para trascender políticamente, las circunstancias y el propio sistema político matizaron esos designios. Carlos Salinas de Gortari fue más manifiesto en sus intenciones de dejar sucesor para incluso volver a la presidencia de la república tras un periodo, reforma constitucional de por medio. Pero, otra vez, las circunstancias.
“Conmigo habrá un cierre menos difícil, una buena elección y un país en paz. Sabré mantener tu prestigio nacional e internacional, no al retiro, sino formas nuevas de aprovechar tu capital político en beneficio de México; admiración por tu talento y tu trabajo”, fueron los ofrecimientos de Manuel Camacho a Salinas a cambio de la candidatura en momentos previos al destape sucesorio, en noviembre de 1993. Pero Salinas ya tenía sus cartas marcadas y el bueno era Colosio. Para su proyecto transexenal ¿No confiaba en Manuel Camacho, porque este era mucha pieza y lo podía borrar de la historia? Entonces ¿Por qué Colosio sí? Alejémonos de la especulación, Colosio fue asesinado y su lugar lo tomó Ernesto Zedillo quien, por un acto reflejo de sobrevivencia física y política, rompió con Salinas y truncó el proyecto transexenal de los 24 años en el poder de un hipotético salinato.
Cuando el meollo del asunto es el poder los proyectos transexenales se convierten en fenómenos recurrentes, sucede en México y en cualquier lugar en donde el animal político aliente vida. Obviamente, en Veracruz no estamos a salvo de que algo similar acontezca, en los hechos ya acaeció recientemente cuando el fidelato instaló sus reales pregonando el ejercicio patrimonialista del poder, corrompiendo a actores políticos y prostituyendo a ciertos sectores de los medios de comunicación, plumas apologéticas que ya olvidaron aquel periodo de sumisión superlativa. Todo cupo en el intento del proyecto transexenal, pero al igual que Salinas las circunstancias que todo lo pueden distorsionaron el propósito.
Como Salinas, Fidel ha intentado trascender a su periodo como un alter ego indispensable; tuvo la idea de permanecer en el Estado atendiendo la organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y lo hubiera conseguido si no hubiera trascendido la enorme deuda que heredó a su sucesor y a los veracruzanos tras un sexenio de derroche impune. Pero a diferencia de Salinas, que cuando aparecía por México se desataban los demonios periodísticos en su contra, Fidel regresa al estado y tiene quien le aplauda y no ha faltado el despistado que exclame ¡que se le extraña!
En fin, esos son los vicios de cualquier sucesión de gobierno en sistemas políticos con población poco enterada y nada participativa. Cuando ocurre lo contrario los grupos de ayuda mutua desaparecen casi por inercia, y solo continúan los actores políticos con arraigo y sustento ético, político e ideológico, capacitados y calificados para convocar a una ciudadanía deseosa de un cambio verdadero, no del borrón y cuenta nueva.
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7-septiembre 2014.