Mi amigo Juan Carlos Gutiérrez, amablemente me envía un correo del que tomo el siguiente texto: “El Filósofo del siglo XI, Shlomo Gabriol escribió: ‘En la búsqueda del conocimiento, El primer paso es el silencio, El segundo escuchar, El tercero recordar, El cuarto practicar y El quinto enseñar a otros’”
Basado en esta lección, la semana pasada, invitado por los Maestros Julián Luna Santiago, Rector de la Universidad Tecnológica de los Valles Centrales de Oaxaca y Lauro Ernesto López López; entusiasmado fui a Oaxaca a dictar una Conferencia, ante integrantes de la Sociedad Civil y más de mil alumnos y maestros de la carrera de Desarrollo de Negocios. Lleno de ingenuidad provinciana creí que iba a enseñar; en verdad… ¡APRENDÍ!
Aprendí de la sencillez, bondad y don de gente, que de manera natural el oaxaqueño posee; aprendí de los alumnos a saber escuchar con respeto al ponente; aprendí el trato amable y hospitalario de mis anfitriones; aprendí de la sociedad civil a cultivar un mundo mágico pleno de valores, trasmitido por la tradición oral.
Aprendí, que hay una Sociedad Civil, cansada, ¡harta de los excesos de los violentos e intransigentes!, que no entienden que la intimidación no cautiva al ciudadano; aprendí que el gran tema de las democracias modernas es la construcción de un gran acuerdo para la reconciliación, en el que nos veamos no como opuestos, mucho menos como enemigos… ¡Sino como hermanos!
Oaxaca, es nicho de excepcionales Patrimonios Culturales y Naturales, donde se funden indisolublemente imaginería e historia. Quien llega a Oaxaca, algo de él se queda ahí para siempre, ahí se camina al ritmo y al tiempo del amor a la vida y respeto a la historia, con una explosión afectuosa de sabiduría, en la que se conjugan los olores, los colores, la textura, los personajes, la tradición, la arquitectura, la arqueología, los haberes y saberes de los “Viejos”, que en conjunto cautivan al visitante, de tal manera que atrapan el alma… ¡eternamente!
Es increíble sentir como al entrar en contacto con esa hermosa conexión de paisaje humano, acuarela natural, tradiciones, leyendas, medicina tradicional, personajes e historia, hacen que el turista encuentre la paz de los sentidos, restaurando en automático el sano equilibrio entre mente, cuerpo y alma.
Para muestra del talento del oaxaqueño basta un botón, en su excepcional riqueza gastronómica, durante 5 años podemos probar un platillo diferente en el desayuno, comida y cena y no se repite ninguno.
Para el viejo Filósofo, si hemos nacido para la felicidad, –no para sufrir– “Sonreír, simboliza lo mismo en todos los idiomas” luego entonces el buen sentido del humor –que es sanidad pura para el alma– es lenguaje universal, signo-señal de ánimo, consuelo, una mente abierta al cambio, paz interior, amor, buena ventura, alegría y felicidad.
Resulta que “Audumaro un viejo y prestigiado agricultor de Reynosa, en la crisis generada por ‘el error de diciembre’ de 1994, sus finanzas se vinieron abajo, quedando endeudado. Habló con sus acreedores y en lugar buscar eludir el pago de sus deudas se puso a trabajar –como lo había hecho durante toda su vida–, al cabo de cuatro años Dios fue generoso con él y logró una abundante cosecha, con la que pagó sus deudas quedándole un remanente, inmediatamente habló con Doña Patela –su esposa– diciéndole:
––Mira vieja, tenía varios años con un estrés que me estaba consumiendo, debido a las deudas que no podía saldar, hoy ya que las pagué y me sobró un dinerito… ¡me voy a ir a viajar!
Así lo hizo, llegó a la ciudad de México en donde caminaba por la avenida Reforma, cuando vio un gran letrero: Agencia de Viajes, lo llevamos a todo el mundo; atrapado por el anuncio se introdujo en el negocio, donde fue atendido diligentemente por una dama.
––Por lo que veo, usted quiere viajar, qué le parece si le ofrezco un destino de playa: Iztapa, Acapulco, Huatulco, Cancún.
Como don Audumaro no respondía, la inteligente vendedora continuó:
––Qué le parece un destino de juegos: las Vegas, Monte Carlo –viendo que no reaccionaba le dice–: o quiere un destino colonial con las más bellas ciudades del mundo: Zacatecas, Querétaro, Guanajuato, Oaxaca.
––¡Oaxaca! –dijo don Audumaro con los ojos llenos de emoción.
Una vez estando en Oaxaca, “sonseando” en la plaza, se fue a lustrar sus zapatos, platicando con el bolero le pregunta: ––¿Oye, pela’o, y ustedes aquí en Oaxaca, qué tienen de ‘ingón?
––¿Cómo, señor?, no le entiendo.
––Sí, qué tienen, ustedes, aquí de ‘ingón, ‘ingón, lo que se llama ‘ingón.
––¡Ah! ‘ingón, ‘ingón, lo que se llama ‘ingón, tenemos los siete moles.
––A ‘abrón, tá’ grande el pueblo, en McAllen… ¡NOMÁS TIENEN DOS MOLES!”
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