*Inmolación al prenderse fuego en vida para liberar a uno de sus compañeros afuera del congreso del estado de Chiapas por la liberación de Florentino Gómez Girón, responsabilizando al gobierno del estado y federal de lo que suceda. *Parece ser que nada hará cambiar al gobierno federal de sus nefastas prácticas, sean protestas calladas, pacíficas, violentas y que atenten contra los mismos inconformes. Ni nos ven ni nos oyen, lo dejan al tiempo y al olvido.

Por el recuerdo del joven Julio César Mondragón desollado en Iguala, Gro., por las “fuerzas del orden” de este municipio, lo que indigna por la brutalidad y bestialidad empleada. Por los muertos y heridos ese 26 de septiembre y por la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la escuela normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. Aunado a la desfachatez del director general de Concertación Política y Atención Ciudadana del Gobierno del Distrito Federal, Israel de Rosas Gazano, quien precisó que no se trata de un policía capitalino la persona identificada en un video como infiltrado en la marcha, aclarando que es Israel Rodríguez Montalbán, subdirector de Gestión Social de esa Dirección, cumpliendo funciones específicas. Narraré parte de los acontecimientos que se suscitaron en una marcha de protesta en el Distrito Federal pidiendo justicia. Pese a los diferentes motivos que hacen coincidir en las marchas, las que son consideradas necesarias para que los hechos narrados antes no pasen desapercibidos, se coincide con muchos entre las grandes multitudes, mujeres, niños, ancianos, jóvenes y adultos que es la hora de exigir. Todos coinciden que es necesario salir a la calle, que no se olviden los hechos constantes de laceración a las mayorías. Es necesario que día a día, nos cuestionemos por qué permitimos que la historia vuelva a repetirse, porque sufrir como parte del pueblo más de lo ya sufrido. El país está dolido, fragmentado, con miedo. Algunos con apatía generada por los medios de comunicación han decidido empinarse y apoyar las acciones brutales de las autoridades ¡Increíble, pero cierto! No se les culpa, no conocen otra forma de vida. Todos perciben que se vive históricamente una represión cotidiana del poderoso contra el “pueblo” desde siempre. Se han sufrido crímenes por homofobia, también han matado mucha gente que se ha quedado en el olvido y se cree que ya es necesario alzar la voz. Los grupos de provincia que llegaron a unirse en la capital a la marcha, desde temprano se trasladaron al Zócalo, para esperar a los distintos contingentes que se presentarían en la tarde. La verdad el ambiente alrededor de los palacios de gobierno (Nacional y del Distrito Federal) estaban muy tensos, había mucha vigilancia tanto de uniformados como de civiles, que ostentaban sus armas de manera visible, quizá para amedrentar. El ingresó a los restaurantes que habían abierto estaban concurridos y nadie deseaba abandonar el lugar que habían ganado, muchos comían de pie, pero tampoco se sentían molestos por ello; pasando las cuatro de la tarde muchos se dirigieron a la explanada, en verdad poco a poco estas ínsulas se volvieron numerosas. A eso un poco antes de que la luz del sol tratase de abandonarnos, inició la llegada de la marcha que había iniciado en “El Ángel de la Independencia”, encabezada por los familiares de las víctimas de la referida normal rural, gritando consignas, muchos con banderas blancas, otros tantos con mantas con las caras de los desaparecidos, atrás maestros de la coordinadora, integrantes de la máxima casa de estudios UNAM, politécnicos, metropolitanos, lasallistas y otras instituciones. Junto a ellos un grupo de encapuchados, al que rápido y al unísono se le gritó que se destaparan. Algunos hicieron caso a la multitud, otros no. De Reforma llegaban los de Greenpeace, los del Faro de Oriente, los pro-legalización, los de las bicicletas y hasta una asociación de masones. Un grupo de invidentes iba agarrado de la mano. También había varios padres con carriolas y un hombre desnudo con la pancarta “¡Suecia los está viendo!”. La frase inicial era la misma, contar hasta 43 y exigir justicia. Gritos de “¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!”, haciendo eco de las últimas manifestaciones. Pero conforme fue avanzando la marcha, el grito se modificó: los miles de manifestantes decían, en conjunto, “¡Fuera Peña!”, unos manifestaron que al pasar por Insurgentes y Reforma el coro de “¡Senado maneja el narcoestado!”. Algo cambió de las veces anteriores, pues el grito de “¡Fue el Estado!”, fue sustituido por una frase más larga pero más articulada: “¡Ahora, ahora, es indispensable… que se presenten vivos y se castigue a los culpables!”. Se pasó de una exigencia general a algo un poco más concreto. Otras de las frases que se escucharon por la Alameda, donde la consigna iba contra Angélica Rivera: “¡Gaviota, devuelve la casota!”, retumbaba el hemiciclo a Juárez. De ahí el río de personas continuaba desde Bellas Artes y daba vuelta por 5 de mayo, donde se estrechó el paso. Sin embargo, en ningún momento hubo trabas para seguir avanzando o regresar. Centenares de manifestantes postrados en las banquetas y en las alas de la marcha recibían a quienes iban al Zócalo. Alentaban los gritos, tocaban música, se mezclaban muchos con organizaciones que quizá se desconocía, pero si uno protestaba pertenecía todas. Mientras eso pasaba en el recorrido en el Zócalo los discursos iniciaron de parte de alumnos de la normal rural, docentes de la misma y padres de los desaparecidos. Solo hubo un lapsus para ver la efigie que ardió a la mitad de la plancha, una representación del presidente. Los camarógrafos de los diferentes medios tenían ubicadas sus cámaras desde temprano afuera de Palacio Nacional, donde en la marcha anterior un grupo de encapuchados incendió una de las puertas de entrada. En esta ocasión semejaba un set de televisión: (casi) todas las cámaras y (casi) toda la prensa volteando al mismo lugar para la imagen estelar: los cohetones y los cocteles molotov explotando afuera de las oficinas presidenciales. El mitin concluyó rápido y mucha gente comenzó a alejarse, pero seguían llegando muchos más y cuando uno de los petardos hizo una explosión más sonora, una estampida de gente espantada corrió hacia algunas calles aledañas. Para muchos las tres horas caminando para tener al final un espectáculo ajeno, perpetrado por los protagonistas de costumbre, las fuerzas del orden que arremetieron contra ellos y los que por una u otra razón esperaban que todo volviese a la calma. La embestida era brutal, policías contra la población civil, con algunas excepciones, de encapuchados que parecían tener inmunidad policial, pues no se les tocó pese a tenerlos cerca. Se piensa que los infiltrados cumplen dos funciones, culpar a los que se manifiestan como vándalos, pudiendo encarcelar a quienes los policías creen pertinente usar fuerza y número, y la otra desanimar a la población civil para que deje de apoyar tales manifestaciones. Pero lo que nunca lograrán es callar el grito de más de cien millones de habitantes pidiendo ¡JUSTICIA! ¡Estamos! alodi_13@nullhotmail.com

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Date: Sun, 7 Dec 2014 08:38:43 -0600