La devaluación del peso se encuentra tatuada en nuestras mentes como uno de los peores traumas económicos nacionales. Desde los tiempos en los que el presidente López Portillo prometió defender el peso como un perro y falló, nos es inevitable sentirnos ultrajados cada vez que nuestra moneda pierde terreno frente al dólar.
Es necesario recordar que a partir del infame error de diciembre de 1994, que trajo como resultado un dólar 150% más caro, México dejó de intentar controlar el tipo de cambio y comenzó a utilizar el modelo de libre flotación, es decir, la moneda se ajustará a la oferta y demanda del mercado de divisas, lo cual ha conllevado a una estabilidad en la cual el peso no ha sufrido ni una sola devaluación traumática en los últimos veinte años.
Por supuesto, la reciente pérdida de valor del peso molesta a aquellos que tienen planes de vacacionar o irse de shopping, altera los mercados inmobiliario y automotriz, además de afectar algunos precios de bienes importados, pero no todo en una devaluación es negativo.
Especialmente por el estancamiento en el que se encuentra la economía mexicana en medio de escándalos políticos, protestas sociales, inseguridad, desplome en el precio del petróleo y una incipiente recuperación económica de nuestros vecinos del norte, una devaluación controlada puede ser la llave que destrabe la parálisis económica.
Ya que al depreciarse nuestra moneda, nuestras exportaciones se vuelven más atractivas para otros países, ya que pueden importar más mercancía por menos precio, por lo tanto, esta devaluación podría traer consecuencias positivas en el corto y mediano plazo al impulsar el sector del comercio exterior, que junto al sector turístico, petrolero y automotriz son los bastiones de la economía mexicana.
Por todo lo anterior no me sorprende en lo absoluto la tranquilidad y la calma reinante por parte del Banco de México y aquellos que manejan la política monetaria de este país, y en mi opinión creo que es parte de una estrategia cambiaria en la cual se está sacrificando la paridad del peso para generar un mayor dinamismo en la economía a través del comercio exterior con la esperanza de que este impulso reactive poco a poco los demás sectores, especialmente el consumo interno.
Una estrategia de doble filo, pero por la delicada situación por la que atraviesa nuestro país en este momento, considero que es acertado comenzar a jugar todas tus cartas disponibles en aras de evitar que esta crisis social, política y económica se agudice.