La muerte tiene permiso.
En el Estado de Sonora nacieron caudillos que diseñaron y dirigieron los destinos del México Postrevolucionario, de sus aciertos y errores la historia ya se ha encargado. Pero los Sonorenses tienen un caudillo del cual pueden sentirse completamente orgullosos, porque fue un caudillo de la cultura, me refiero a Edmundo Valadés (1915-1994) quien es un destacado cuentista, periodista, editor, un escritor que sigue siendo un referente en la narrativa mexicana del siglo XX.
La labor literaria de Edmundo Valadés es de un valor incalculable en la vida intelectual de México. Fundó y dirigió la revista “El cuento” mediante la cual divulgaba la producción mundial del género cuentístico y difundía los cuentos de los escritores mexicanos. Por lo antes señalado, la mejor manera de celebrar el centenario del nacimiento de Edmundo Valadés es conociendo su obra cuestística.
El primer libro de cuentos de Edmundo Valadés se publicó en 1955 y se titula: “La muerte tiene permiso” el cual está integrado por los siguientes cuentos: “La muerte tiene permiso”,” Estuvo en la guerra”, “No como al soñar”, “Como un animal, como un hombre”, “Al jalar del gatillo”, “La grosería”, “Asunto de dedos”, “Adriana”, “Un gato en el hambre”, “La infancia prohibida”, “El pretexto”, “Se solicita un hada”, “Todos se han ido a otro planeta”, “Las raíces irritadas”, “Un hombre camina”, “El gritar absurdo”, “Qué pasa, Mendoza”, “En cualquier ciudad del mundo.”
Son cuentos cortos y magistrales, aparentemente de lectura sencilla, la mayoría de sus temas nos hacen reflexionar. Lo que Valadés escribió en 1955 tristemente son temas tan reales y vigentes en el contexto que está viviendo México, su lectura asombra la realidad del contenido y trataré de ejemplificarlo explicando brevemente el cuento: “La muerte tiene permiso.”
En el cuento “La muerte tiene permiso” está por realizarse una Asamblea ejidal, los ingenieros son los que conducen la Asamblea, antes que dé inicio, estos destacados líderes de manera burlesca, reflexionan sobre la vida de los campesinos: “-Sí, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilización, limpiándolos por fuera y enseñándolos a ser sucios por dentro…” El Presidente inició la Asamblea y después de los clásicos discursos y promesas realizadas a los ejidatarios, cedió la palabra a los campesinos para que expusieran sus quejas, peticiones, sueños, etc.
Al inicio nadie se animaba a hablar, de pronto Sacramento se hizo de valor y pidió la palabra que le fue concedida, la petición que realizaría a la Asamblea se justificaba en los siguientes hechos: “Quiero hablar por los de San Juan de las Manzanas. Traimos una queja contra el Presidente Municipal que nos hace mucha guerra y ya no lo aguantamos. Primero les quito sus tierras a Felipe Pérez y a Juan Hernández, porque colindaban con las suyas. Telegrafiamos a México y ni nos contestaron. Hablamos los de la congregación y pensamos que era bueno ir al Agrario, pa la restitución. Pos de nada valieron los vueltas ni los papeles, que las tierritas se le quedaron al Presidente Municipal.”
Derivado del conflicto antes señalado, el Presidente Municipal enojado porque esta gente ruin, baja, pobre y malagradecida se la habían revelado, empezó a cobrar los diversos prestamos que debían los campesinos y que según él estaban muy atrasados. Como era de esperarse el cobro era mucho más elevado de lo que realmente debían y esto ocasionó lo que a continuación Sacramento seguía exponiendo en la Asamblea:
“- Pos luego lo de m´ijo, siñor. Se encorajinó el muchacho. Si viera usté que a mí me dio mala idea. Yo lo quise detener. Había tomado y se le enturbió la cabeza. De nada me valió mi respeto. Se fue a buscar al Presidente Municipal, pa reclamarle… lo mataron a la mala, que dizque se andaba robando una vaca del Presidente Municipal. Me lo devolvieron difunto, con la cara destrozada.” (Antes por los menos los devolvían, hoy hemos involucionado mucho más)
Por si todavía las autoridades de la Asamblea no estaban convencidas, Sacramento antes de realizar la petición expuso el último punto: “Si todo esto fuera poco. Salió El Presidente Municipal con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a Lupita, la que se iba a casar con Herminio, y a la hija de Crescencio. Como nos tomaron desprevenidos, que andábamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron a fuerza al monte y ai las dejaron tiradas. Cuando regresaron los muchachas, en muy malas condiciones, porque hasta de golpes le dieron, ni siquiera tuvimos que preguntar nada.”
Después de todo lo narrado como era de esperarse el pueblo se cansó de tan mala autoridad que promueve la injusticia, el autoritarismo, el abuso del poder, la corrupción, la delincuencia, el cobro injusto de impuestos, el descaro, etc. y buscó hacerse justicia por sus propias manos, fue en ese contexto que se solicitó el permiso para matar al Presidente Municipal, y la primer respuesta de las autoridades de la Asamblea es la siguiente: “- Pero somos civilizados, tenemos instituciones; no podemos hacerlas a un lado. Sería justificar la barbarie, los actos fuera de la ley.” A esta argumentación valida se le respondió: “¿Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian.”
Fue tal la presión que se hizo sobre la petición, que al Presidente de la Asamblea no le quedó otra opción más que llevar la propuesta a votación: “Se pone a votación la proposición de los compañeros de San Juan de las Manzanas. Los que estén de acuerdo en que se les dé permiso para matar al Presidente Municipal, que levanten la mano…” Mi estimado lector, como era de esperarse la votación fue a favor de manera unánime, una vez obtenido el resultado favorable de la votación, Sacramento declaró: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto.”
Edmundo Valadés es un cuentista genial, por supuesto que no sé está promoviendo la barbarie, quisiéramos que esto solo fueran cuentos, pero tristemente se confirma que lo único que hacen los verdaderos artistas es desnudar la realidad, mejor dicho, una pequeña parte de la realidad.
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