Por Ramón Durón Ruíz

En el siglo XX Antonio Alejandro Gil en su libro “Tinaja”, escribió magistralmente una serie de décimas, la siguiente, muestra su genialidad para manejar el castellano, con dúctil facilidad:

“Planta un árbol convencido

–aunque el sitio en que lo plantes

no sea tuyo y mueras antes

de saberlo florecido–,

que hará un pájaro su nido

a su abrigo acogedor;

que a un hombre trabajador

será su sombra propicia,

y que siempre beneficia

lo que se hace por amor.”1

Al iniciar el año, este viejo Filósofo refrenda que hago las cosas con amor, lucho con amor, sueño con amor, escribo con amor, trabajo con amor, pienso con amor, –porque fue el amor de mi maravillosa madre el que me trajo a la Tierra, fue su amor el que cultivó mis haberes y saberes– sólo busco que al final de mi jornada… mi tarea sea vista con amor.

La vida me enseña que el amor que busco, está en mi interior, su poder energético es tan poderoso, que tiene la magia de renovar la totalidad de mi ser, ayudándome a reinventarme cada día, llevándome a ser auténtico, a ser congruente entre mi pensar, mi hacer y mi escribir.

El amor me conecta con mi maestro interior, ese guía Divino que me enseña a dejar de sobrevivir o hasta de simplemente existir, para pasar a vivir con pasión total, con entrega sin límites; a realizar mi tarea con excelencia, de llevarla a cabo siempre de buenas y a la primera.

El amor me enseña a no cargar pesos ajenos, a dejar de gastar mi energía al atenuar el ego; a no tratar de controlar a nadie –si muy apenas me controlo a mí–, me ayuda a viajar ligero de equipaje, dándome una nueva perspectiva del milagro de la vida

El amor me auxilia a estar bien con la vida, “a saber que lo que llega… llega para mi bien”, a creer en mi tarea y buscar romper paradigmas limitantes.

Es el tónico del amor, el que me enseña a ser agradecido con mi PADRE DIOS, por darme un año más de vida; también a darle las gracias a usted amable lector, por hacer el honor de leerme; a expresar mi sincero agradecimiento a mi casa Editora, por darle un espacio a mis modestas reflexiones, que parten de la mejor escuela… la de la vida.

Que hermoso es entender que detrás del humor hay una envoltura de amor. Termino con el siguiente verso que me envía Papá Rubén, un viejo, sabio y amable lector de Oaxaca.

“Es triste llegar a viejo,

se arruga todo el pellejo;

la vieja lo hace pendejo,

ya no le importa la vida,

porque todo… todo lo olvida;

su vida es pura queja,

de tanto sufrir y dormir,

que aunque tenga buena vieja…

¡YA NO SE LE PUEDE SUBIR!”

filosofo2006@nullprodigy.net.mx