Vialidad, unotra más

Cualquier conductor de vehículo y muchos peatones en Xalapa me dirían que estoy loco si les aseguro -como lo hago siempre- que si ceden el paso a un vehículo llegarán más pronto a su destino.
La paradoja se resolvería favorablemente si se diera el caso de que nos pusiéramos de acuerdo y tuviéramos una actitud más civilizada todos los que intervenimos en el curso cotidiano de la vialidad (que somos todos los que vivimos en esta ciudad de calles intrincadas y tráfico imposible).
El permanente conflicto urbano de la capital veracruzana tiene una posible solución -o un urgente paliativo cuando menos- en la urbanidad con la que deberían manejarse los ciudadanos que vivimos/padecemos las calles furtivas, los nudos gordianos, los semáforos descompuestos y los silbatazos a destajo de nuestros agentes de vialidad, que al parecer creen que la fluidez es un asunto de decibeles.
Ceda el paso y sea feliz… no me canso de decirle a todos los automovilistas que me enseñan su furia incontenida, su cara desencajada y muchas veces su brazo doblado en el universal saludo a nuestra respectiva progenitora, como si ella hubiera tenido alguna culpa en el endémico entorpecimiento de la fluidez xalapeña.
Sé que da coraje que el vehículo en que vamos y todos los de junto se queden detenidos minutos eternos en las largas colas de coches que se forman a la menor provocación en calles y avenidas, en circuitos y vías rápidas, en glorietas y pasos a desnivel, en puentes y viaductos. La prisa es mala consejera para cualquier talante, pero la padecemos eternamente porque es imposible determinar el tiempo de recorrido de un punto a otro de la ciudad: o llegamos una hora tarde y ya se acabó nuestra cita, o con una hora de antelación y tenemos que soportar una larga y tediosa espera, que se vuelve más funesta cuando el otro se atrasa una hora más.
En Xalapa, la única respuesta posible a la pregunta “¿En qué tiempo llegas?”, es:
—En cinco minutos… o en dos horas… dependiendo del tráfico que haya.
Pero sí, la paciencia y la civilidad son las únicas armas con las que contamos en este momento contra las trampas de la fe en las que nos tiene metidos la vialidad -o mejor dicho, la invialidad-.
Viandantes y conductores también le han tenido que poner paciencia a la espera de que se eche a andar finalmente el plan de movilidad que tanto han estado construyendo y analizando el Ayuntamiento y los miembros del grupo nombrado con ese fin. Ojalá que no vaya a ser un parto de los montes -como algunos ya empiezan a temer- y que cuando se decidan a ponerlo en efecto, cumpla las expectativas que todos hemos ido depositando en él.
Pero en tanto no funcionen los ejes viales, ni se construyan más estacionamientos, ni se hagan nuevas vialidades para desfogar el paso, ni se aplique correctamente y con criterio el reglamento…
Sólo nos queda nuestra actitud y nuestra tolerancia.
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