En el tiempo que me desempeñé como funcionario en Los Pinos (2002-2006), durante la presidencia de Vicente Fox (2000-2006), en la encuesta semanal para valorar la percepción ciudadana del gobierno y los problemas que ocurren en el país, nunca ningún hecho, a no ser desastres naturales y temas relacionados con la farándula, tenían un conocimiento y recordación de más de 30 por ciento.
La encuesta semanal se estableció en el gobierno del presidente Carlos Salinas (1988-1994) y es un instrumento poderoso con el que cuenta la Presidencia de la República, para palpar cómo la ciudadanía valora al gobierno y también los problemas del país. A partir de esa información, se pueden y deben tomar decisiones relevantes, para evitar o reducir el distanciamiento entre el presidente, su gobierno y la ciudadanía.
La última encuesta de GEA-ISA refiere que 93% de los encuestados reconoce el evento de Ayotzinapa; 81% el de la Casa Blanca y 42% el de Tlatlaya. Hace ocho o 10 años, eso no se hubiera dado. Lo que da cuenta de un cambio fundamental en el conocimiento que la ciudadanía, en general, tiene de lo que ocurre en el país. ¿Qué lo explica?
Pienso que no es la radio y la televisión, que siempre han estado ahí y ahora incluso tienen menos audiencia que antes, sobre todo entre los jóvenes. Lo nuevo son las redes sociales, producto de las nuevas tecnologías y mecanismo de comunicación, como Facebook y Twitter. Es cierto que a estas posibilidades no todos tienen acceso, pero los que sí pueden hacerlo ahora se informan como nunca antes. Eso implica la mitad de la población.
Los que sí tienen acceso, los más jóvenes, comunican esos eventos a los que no lo tienen, sus padres o abuelos, lo que provoca que la ciudadanía esté mejor informada que nunca en la historia del país. Para los políticos y quienes tienen cargos públicos eso supone una nueva y muy distinta realidad. Es tan simple como actuar frente a una ciudadanía que no está informada de otra que sí lo está.
En la ciudadanía, el estar enterado provoca tres cosas muy básicas, pero fundamentales: saber lo que pasa a su alrededor; saber lo que hacen o dejan de hacer los políticos; tener una opinión sobre lo que sucede. Eso se traduce, a su vez, en una ciudadanía más exigente y definitivamente menos tolerante con quienes ejercen el poder.
Los políticos, de los distintos niveles de gobierno, pueden intentar controlar lo que dicen los medios, vía los “convenios de publicidad”, pero con las nuevas tecnologías es imposible evitar que la información llegue a cada vez más gente. El que un periódico o un noticiero de radio y televisión “difunda” la versión oficial no garantiza influir en la opinión pública. En la realidad de lo que sí es seguro es que, las más de las veces, sea una mala inversión por parte del gobierno, para obtener lo que pretende.