Tengo, creo que ya lo he dicho, serios problemas para conciliar el sueño. Creo que puede deberse al moderno desorden asociado al estrés que nos transfiere como impronta esta vida que nos tocó vivir. Pensando en mi agonía nocturna intento, cada vez que puedo, hacer que el Paquito duerma bien y para tales efectos le leo cuentos y le canto algunas melodías de Gabilondo Soler.

No le voy a decir que es como en las películas y novelas, en las que los niños actores parecen grabar bajo los efectos de tranquilizantes y actúan con la parsimonia de menonitas introvertidos. Al Paquito también le cuesta irse a dormir, y mucho me temo que tal vez se lo heredé. Será mi cruz y mi castigo por haber tomado tepache en los días previos a su concepción. Por eso insisto en leerle, porque si algo debe ser sagrado es el sueño.

Estamos en una época moderna en que a los niños se les pone música ambiental y se les manda a dormir solos, pero ni modo manitos, a mí me educaron a la antigüita y siempre tuve en la cama de junto a mi hermano quien inventaba historias para aterrorizar mis sueños… y ya ve que sobreviví con bastante galanura. En aquellos viejos tiempos mi mamuchis cuando ya se hartaba de escucharnos cuchichear en el cuarto vecino y que no la dejáramos concentrarnos en sus otros deberes, se apersonaba al pie de nuestras camas acomodándose su camisón de satín.

La recuerdo sentada, manteniendo una equidistancia perfecta entre ambos hijos y recitándonos la oración infantil de las Cuatro Esquinitas: Cuatro pilares tiene mi cama / cuatro angelitos que me acompañan / la Virgen en medio / Dios me recuerde / con un buen sueño. Y luego de eso a ambos nos daba el patatús y caíamos profundamente dormidos (a mí se me hace que quemaba incienso y peyote). De la oración eso es lo único que recuerdo aunque lo más seguro es que haya sido más larga. Espero que en un futuro mi hijo recuerde no los cuentos ni las canciones, pero cuando menos el arrullo.

Porque de eso se trata todo, de poder dormir bien. A Enriquito el Gaviotín le han de haber cantado y leído de niño. A la pequeña Gaviota le han de haber escarchado la cabecera de la cama para que los miles de destellos iluminaran el sendero de sus sueños. Ángeles de la guarda, dulce compañía, que no los abandonaron, ni de noche ni de día. Por eso nombraron al hijo de Márgara Francisca como nuevo Secretario de la Función Pública, porque les estaba quitando el sueño que la prole, esa entidad amorfa que solo tiene el común denominador en que son runfla, no estaba aceptando de buena manera que la pareja presidencial pudiera comprarse sendas mansiones que se perderían como triviales en cualquier fraccionamiento de lujo de Estados Unidos.

Ahora ya podrán dormir mejor, más tranquilos y, a los ángeles de la guarda gracias, podrán dejar de distraerse en estas minucias para seguir elucubrando la mejor manera de hacerle la competencia en bienes raíces a Carlos Slim. Yo digo que ya se están demorando y nosotros nos estamos pasando de papistas, porque qué clase de pueblo bicicletero seríamos si nuestro presidente no saliera inmensamente rico, qué horror, imagine el descrédito, nos veríamos reducidos a cualquier islita como Haití. Esto es cuestión de principios pues si milenariamente hemos visto como necesario que nuestros tlatoanis sean los dueños de todo y de todos, ni modo que esta pobre pareja del momento vaya a quedar sumergida en la miseria habitando un departamentito comprado con su crédito en UDI’s del Infonavit. Esta noche el Secretario Virgilio Andrade se acomodará equidistantemente de Enriquito y la dulce Polly Angélica (tal vez se vea tentado a arrimársele a la primera dama pero seguro el Estado Mayor se lo impedirá) y después de arroparlos les dirá Ya bebés, duerman, que aquí tienen a su caricatura andante que los va a exonerar de todo, duerman y repitan conmigo: Cuatro pilares tiene mi cama…

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