En varias ocasiones hemos recordado a mujeres que han logrado destacar por su agrado hacia el estudio, la preparación y en el discutir sobre temas atractivos. Muchos varones guardan admiración a compañeras de escuela que ganaron el privilegio de darse a notar, porque para ellas era necesario decir a sus camaradas que jamás había que temer la exigencia de la enseñanza.
La Universidad Veracruzana cumplía en ese entonces veinte años de su fundación. La búsqueda del conocimiento motivaba que los estudiantes vinieran principalmente a Xalapa para conseguir la aprobación de las materias que cursaban y así avanzar en su carrera profesional.
En las actividades oratorias había mujeres prominentes a quienes gustaba que su voz trascendiera entre la sociedad y también ante sus condiscípulos; muchas participaban, junto con otros jóvenes, en los concursos que convocaba el periódico El Universal, función que realizaba desde 1926.
A finales del mes pasado, tuve la necesidad de viajar a Pánuco para entregar más de 140 títulos profesionales de la UPAV. Extrañé la presencia de Fidela García Rivera, lo cual me obligó a preguntar por ella. La brillante maestra Janet Domínguez Gómez me expresó que no podía darme buenas noticias, porque Pánuco no contaba ya con la presencia de esa mujer ilustre que entregó su saber a las mejores causas.
Sentí mucho que no fuera posible escucharla ni verla compartiendo sus inquietudes por sobresalir ante los maestros y los estudiantes. Viene a mi memoria que hace muy poco me invitó a una escuela de bachilleres para dar a conocer mis puntos de vista sobre la educación a los alumnos. Me insistía en que esas conferencias se esparcieran constantemente para que se sintieran inspirados en lo importante que es dedicarse al estudio de los criterios básicos.
Fidela deseaba que los catedráticos fueran cada día más preparados, que los dirigentes de los partidos políticos destacaran por su conocimiento y los alcaldes fueran muestra clara de lo que abunda en el prestigio del saber.

La traté en Xalapa cuando era muy joven, compartimos conceptos y reflexiones. Posteriormente visitaba Pánuco, donde la saludaba y obviamente me di cuenta de la gran aceptación que tenía entre los aprendientes que ahora, sin negarlo, sienten que se haya ido.
Fidela, colaborando en su tierra, dedicaba constantemente la administración del dinero para trabajar por el bienestar superior de los veracruzanos y fundamentó sus capacidades al servicio del DIF estatal y le encantaba sentir la flor de la inspiración, porque su licenciatura en Letras fue un reto para sus conocimientos. Entre otras actividades, fue Presidenta Municipal interina de su terruño; después se le vio como diputada local, donde fue muy grato saber la manera en que defendía al pueblo en general y los principios más nobles de los veracruzanos, recurriendo a la enseñanza jurídica no para ganar un dinero, sino para trabajar por el bienestar superior de sus representados y fundamentalmente por las mujeres.
Fidela, así como se desempeñó con entusiasmo en la administración pública, también se dedicaba a servir a hombres y a jóvenes que en su tierra, y partes aledañas, se percataban de lo provechoso que es sentirse bien en el desarrollo de la preparación y en el servicio de nuestros coterráneos.
Hoy ofrezco respetuosamente mi sentimiento de solidaridad a sus familiares, a su esposo Julio Huerta Prom y a sus hijos María del Carmen, Julio, Cynthia y Manuel David Huerta García, quienes la vieron disfrutar de esta vida para beneficio de su comunidad.
Descanse en paz.

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