Nuestras mentes son tan diferentes como nuestros rostros:
Todos buscamos la felicidad; por diferentes caminos. Caleb Colton
Mis últimas redacciones, fueron dedicadas a las actividades de una organización de la sociedad civil y de los cuales, me permitieron re-aprender el significado del compromiso y constancia por obtener el bien común. Pero sin duda, el artículo “Energía por Mateo” me ha permitido enfocarme a tópicos que dejamos en aristas secundarias, ocultas por temor, por miedo, por vergüenza, sea cual sea el motivo, son dejados para otro momento.
A mi parecer, no es fácil describir la experiencia de criar un hijo con necesidades especiales. Desde afuera la podemos ver como una tarea estresante y llena de retos. El adaptarse a tener un hijo con una discapacidad es un proceso, no un acontecimiento único. Si bien se trata de una experiencia algo común, la mayoría de los padres no están preparados para oír las palabras: “Su hijo tiene una discapacidad”. Se requiere tiempo para saber cómo hacer frente a la confusión, las exigencias físicas, los retos relacionados con el comportamiento, los gastos adicionales y los sentimientos de vergüenza y de soledad.
Como lo expresé, que no se acepta por decreto y de un plumazo. Intuyo que es un proceso que dura toda la vida, pues hoy acepto una realidad, pero ésta cambia. Además, se trata de un verbo que sólo puedo conjugar en presente: acepto lo que vivo aquí y ahora; lo que vendrá lo desconozco. Hace un tiempo atrás ni siquiera los papás de Mateo tendrían la más vaga idea de su situación actual. Para mí aceptar también implica desprenderse de lo que suponía que sería, hacer lo que toca lo mejor que se pueda y rendirse ante aquello que no se puede cambiar. Haciendo fluir con lo que es… y desde lo más profundo decir “está bien”. Ya sé lo que pensarán quien lea esto: ¿Pero cómo va a estar bien el dolor en un niño? ¿Cómo va a estar bien el desgarramiento que se siente en las entrañas cuando desvían la mirada o le voltean a ver como “algo diferente”? ¿Cómo va a estar bien que de por vida no tenga las mismas oportunidades que el resto? Esas duras preguntas se parecen a esta otra: ¿Qué ganamos cuando perdemos? Es darse cuenta que Mateo está bien siendo quien es tiene que ver con amarlo incondicionalmente y reconocer lo que ganan quienes lo rodean.
Vaya que en más de un sentido esta experiencia es una bendición, algunas veces conmovedora y otras, agotadora. Sólo que requiere tiempo, energía, paciencia y mucha apertura para poder darnos cuenta y vivirlo como tal. El INEGI reporta que en 2000, un 10% de nuestra población en México presentaba alguna discapacidad. En lo personal, creo que no, que la estadística está equivocada; que casi un 100% de nuestra población sufrimos algún tipo de discapacidad. Me refiero a la imposibilidad de aceptar que la vida es como es y no como nos gustaría. Nuestros niños, jóvenes y adultos con capacidades diferentes sólo son una metáfora de nuestras limitaciones. Por eso ha de ser que les esquivamos la mirada, porque son espejos que nos reflejan eso de nosotros que no nos gusta.
Si fuéramos más amorosos con nosotros mismos, nuestros ojos dejarían de temblar ante el defecto del otro y encontraríamos que sus cuerpos no son tan chuecos, ni sus ojos están tan perdidos, ni su comportamiento es tan atípico como parece. ¿Para qué escribir sobre mi experiencia? Lo hice pensando en que estas líneas quizás lleguen a esa población que se encuentra en la escasa capacidad de aceptar la diferencia y reconocer que la familia de Mateo “un guerrero veracruzano” se ha convertido en una luchadora social y que ha contagiado con este espíritu a muchos coterráneos. Pero que por desgracia, aún no es suficiente, podemos y debemos hacer más por estos “dones de Dios”.
Por ende, hago extensa la invitación a cada uno de ustedes (en apoyar o realizar alguna actividad de recaudación) o en su defecto, hacerlo al número de cuenta 2982729024 – clave interbancaria 01284002982729048 BANCOMER o en tiendas comerciales OXXO 4152312923613076.
¡Mateo de Jesús Márquez Juárez se los agradecerá!