Hace más de 4 años, para hacer exactos el 2 de diciembre de 2010, fue detenido por soldados de la 24 zona militar en el aeropuerto estatal «Mariano Matamoros» de Cuernavaca, Morelos, un niño de 14 años quien utilizaba el sobrenombre de “El Ponchis” junto con dos de sus hermanas, una de ellas de 19 años de edad identificada como Elizabeth, se preparaban para dirigirse a Tijuana y de ahí llegar a San Diego, Estados Unidos–de donde son originarios–, para reunirse con su madre.
Antes de ser entregados por los soldados al Ministerio Público Federal, «El Ponchis» admitió ante la prensa haber dado muerte al menos a cuatro sujetos que después aparecieron en un puente vial de la autopista Cuernavaca-México. Elizabeth su hermana, fue catalogada por los mandos castrenses como cabecilla del grupo «Las Chabelas» quienes supuestamente se encargaba de trasladar los cadáveres en camionetas y después arrojarlos a orilla de carretera.
En ese momento, “El Ponchis”, no solo fue catalogado como un menor infractor, sino como un criminal a sangre fría sometido a un proceso, mismo que después de 7 meses culminó con el otorgamiento de una sentencia de 3 años, de los cuales le descontarían los meses de detenido. En razón de ello, este menor en diciembre de 2013 obtuvo su libertad, lo que no dejó de ser preocupante para la justicia y la sociedad, sobre lo que pudiera suceder en su presente y futuro. Porque de todos es sabido, que no siempre los Centros de Readaptación de Menores Infractores, son efectivos en sus tratamientos o en las normas que utilizan al interior.
Y para muestra un botón lo que está sucediendo en los tutelares para menores del Estado de Jalisco, que ha obligado a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de ese estado (CEDHJ) a realizar un pronunciamiento sobre los Centros de Readaptación para Adolescentes que se ubican en las ciudades de Puerto Vallarta, Ocotlán, Ciudad Guzmán y Lagos de Moreno, pidiendo al Gobierno del Estado y los gobiernos municipales correspondientes: medidas urgentes para equipar los centros y parar ya con las violaciones a los derechos humanos de los adolescentes y jóvenes detenidos en estos lugares, que carecen de las condiciones mínimas para la sobrevivencia y por lo tanto, ajenos a cualquier principio de reinserción o readaptación social .
Se entiende que dichos jóvenes son atendidos por médicos psiquiatras y psicólogos criminalistas, cuya obligación es llevar un tratamiento exhaustivo de psicoterapia individual, intervención en crisis, psicoterapia racional sistémica, etc., pero la efectividad de estos tratamientos tienen que ver, en parte, en la preocupación por otorgar las facilidades para que el propio sistema de readaptación dependiente del gobierno sea eficiente y de estar al pendiente de que los métodos clínicos utilizados concuerden con el tipo de delito y perfil del infractor. Porque es claro que entre más grave es la falta por el que fue procesado un niño o joven, más difícil es lograr su reinserción social. Por eso queda un vacío peligroso, entre el momento en que el joven obtiene su libertad y la decisión de éste para continuar o desechar los tratamientos.
Luego entonces, para muchos niños y jóvenes después de permanecer en estos lugares y cumplir sus condenas, tienen frente a sí dos destinos extremos: a) ser reclutados nuevamente por las bandas delictivas o actuar por su cuenta para empezar a dominar bandas manipuladas por ellos; o b) ser incorporados poco a poco a la sociedad, continuándoles los tratamientos y buscándoles hogares sustitutos donde puedan adquirir nuevos hábitos y valores para lograr en un futuro, ser insertados a la comunidad y reaccionen de manera adecuada en sus nuevas relaciones sociales y laborales.
Por eso, es importante tocar el tema para describir lo que sucede en los casos de niños o adolescentes infractores, su tratamiento y la forma en que todos podemos contribuir para ayudarles a alcanzar una mejor vida.
Recuerdo que un foro sobre feminicidios en el que participé allá por el año 2011 en la Cámara de Diputados del Estado, una de las participantes miembro de una de las organizaciones no gubernamentales (ONGs), descalificaba mis argumentos al decir que: “no aceptaba que los asesinos (de mujeres) fueran personas también del sexo femenino, o que fueran menores, o que estuvieran enfermos o presentaran disociaciones de personalidad” y, de verdad no podía creer que esa fuera su percepción y que se cerrara a aceptar otro argumento que no fuera el propio, cuando que en la realidad nuestro medio social y penal nos demuestra hoy, que tanto delinque un hombre, una mujer , un adolescente o un niño y que la mayoría de los casos se trata de personas con problemas de personalidad serios, lo que a veces se toma esta condición para su defensa y para la minimización de la pena.
Pero el asunto no va por ahí, porque eso sería percibir sólo la punta del iceberg. El meollo es que no se está cuidando, en nuestro sistema penal, que un homicida –de cualquier edad–, sea castigado de acuerdo a la gravedad del delito, que es equivalente a la gravedad de su psicopatía; razón de más para agotar los recursos para tratarlo como lo que es y buscar todo los medios profesionales, jurídicos y tutelares para que una vez que este equilibrado y cumpla su condena, pueda ser reinsertado a la sociedad evitando la reincidencia y sobre todo, impidiendo que enfrente futuros problemas con la justicia. Y eso sólo se puede lograr actuando con responsabilidad en el estudio de los casos, detectando las alteraciones emocionales, de personalidad y las psicopatías individuales y familiares a tiempo y perfeccionando el sistema de readaptación social para que cumpla con su misión.
De acuerdo al Dr. Jesús Herranz Bellido (2006), los individuos que poseen psicopatías cumplen con algunas características específicas y nos da algunos rasgos que definen el perfil del delincuente:
1.-Disfunción afectiva en la esfera interpersonal, que incluye:
• Insensibilidad
• Falta de empatía
• Falta de remordimiento
2.-Egocentrismo
• Mentira patológica (mitomanía)
• Tendencia a la manipulación
3.-Violaciones persistentes de las normas sociales
4.-Explotación de los demás sin sentimientos de culpa
A las características anteriores existen otras que algunos psicólogos clínicos incluyen (Cackley, 2003):
• No hay alucinaciones ni otros síntomas de pensamiento irracional.
• Ausencia de nerviosismo (frialdad) o de síntomas neuróticos.
• Encanto externo y notable inteligencia.
• Egocentrismo patológico e incapacidad para amar
• Afectividad muy reducida.
• Vida sexual trivial y poco integrada.
• Ausencia de sentimientos de culpa y vergüenza.
• Indigno de confianza.
• Mentiras e insinceridad.
• Pérdida específica de la intuición (comprensión social).
• Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.
• Conducta antisocial sin remordimientos.
• Amenazas de suicidio que no se cumplen.
• Falta de aprendizaje de la experiencia vivida.
• Relaciones interpersonales irresponsables.
• Consumo de alcohol excesivo.
El mismo autor relaciona las psicopatías con otros factores: a) las psicosis; b) psicopatías—vs–delincuencia; c) los trastornos de personalidad límite; d) el consumo de drogas y alcohol; e) el trastorno paranoide; y f) la neurosis.
En el siguiente artículo explicare brevemente cada una.
Continuará