El Papa Francisco sabe lo que dice, supongo; tiene su pasado, ahí mismito en la Argentina. Pero no soy nadie pa’ juzgarlo ni es mi intención urdir en la historia, por ahora. El Papa, incluso, debe estar bien informado y tener excelentes fuentes. Y espero no todo se lo crea así nomás. Porque si no, ¡ay, nanita!
El caso es que tiene esperanza de que su país no caiga en el mismo pecado que cayó México: “Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”. ¿Será? ¿Ustedes se la creen? O sea, el infierno aquí mismito.
Por algo Alejandro González Iñárritu hace comentarios muy acertados. En días pasados, antes de ganarse el Oscar, expresó: “Estoy acostumbrado a estos grandes derrumbamientos. Ahora, la diferencia radica en que la corrupción es tal que ha llegado a los niveles más básicos de la vida. Antes se secuestraba a los ricos, ahora el tipo que vende vegetales o refrescos en la calle, el que arregla llantas, la gente más humilde, es extorsionada por bandas que han tomado los Ayuntamientos y que se reparten el dinero con el alcalde. Ya no es que los Gobiernos sean una parte de la corrupción, sino que el Estado es la corrupción. Esa impunidad no puede sostenerse; no sé en qué forma va a cambiar, pero tiene que cambiar”. (…) “¿Quién es el culpable de la corrupción? ¿Somos nosotros, son ellos, o ellos somos nosotros? Eso me provoca mucho conflicto”.
Se le preguntó si sentía miedo en México. El Negro Iñárritu contestó: “Es un miedo como el que nos causa el lobo, le tememos porque no lo vemos. Sabemos de él porque vivimos en el mismo espacio, por sus huellas, por sus rastros de sangre. Pero no tenemos ni idea de cuándo va a aparecer. Ese es el miedo que se siente en México. La invisibilidad. Puedes llegar a una oficina a denunciar, y el lobo puede estar ahí, pero no lo ves. El narco se permeó. Esa es la parte del vértigo. Estamos en una estepa”.
¿Tanta coincidencia para referirse a México? El miedo no anda en burro… ¿o sí?
Los días y los temas
Hablando de situaciones que llevan a México a vivir en el miedo y el terror –bueno, eso dicen-, declaró la diputada Minerva Salcedo Baca, hace unos días, que “la falta de oportunidades de empleo para los jóvenes es un mal social que afecta a todo el país, por lo que el tema debe incluirse como prioridad en la agenda pública, y los diputados tanto locales como federales y los tres niveles de Gobierno deben diseñar nuevas políticas en la materia”. No descubrió el hilo negro la legisladora local, pero es acertado decirlo y volver a decirlo, pero sobre todo ponerse las pilas para hallar soluciones concretas e inmediatas. “Hay que trabajar mucho para que no suceda lo que en otros países, donde el mayor índice de desempleo lo ocupan los más jóvenes”. De acuerdo, diputada.
Lo que me recuerda una nota reciente de La Jornada: “Nuestro país, seguido de Guatemala, Honduras, El Salvador y Perú, son los cinco países de América Latina con las mayores tasas de informalidad del continente. Ante la crisis y la falta de empleo formal, en México se multiplican día con día los puestos de venta callejera, cada vez más ciudadanos inician negocios en sus domicilios y un número creciente de personas desempleadas ofrecen sus servicios por cuenta propia y deambulan vendiendo productos o los ofrecen a familiares y amigos. Según cifras de la OIT, en México el 58 por ciento de la PEA está en la economía informal y ya se presenta el fenómeno del subempleo del subempleo, o sea los contratados por un patrón también informal”.
Por lo pronto, ahí se ven.