El estilo personal de José Mujica (79), el presidente del Uruguay (2010-2015), marcó una época no sólo en su país sino también en Latinoamérica y el mundo. En los cinco años de gestión, que dejó el pasado domingo 29 de febrero, su gobierno se caracterizó por la austeridad, sencillez, ruptura de protocolos y esquemas, cercanía con la gente y una agenda progresista.
Fiel a sí mismo, tras entregar la bandera presidencial, él y su esposa la senadora Lucía Topolansky (1944) se montaron en su Volkswagen modelo 1987, que se ha hecho mundialmente famoso, y manejó hasta su pequeña chacra, con una casa de menos de 80 metros construidos, que tiene a las afueras de Montevideo.
Su estilo presidencial, que escandalizó a muchos, lo convirtió en un ícono mundial que asusta a buena aparte de los políticos del mundo. El sociólogo argentino Alberto Fariña plantea bien la dimensión de Mujica cuando afirma que “ al comparar a un tipo como el presidente uruguayo y su comportamiento y ver lo que pasa con el resto de sus colegas de la región, casi todos con alguna causa de corrupción en su haber o en sus cercanías, se llega a la conclusión de que lo de Mujica y su honestidad es verdaderamente revolucionario”.
En los años 60 se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Fue herido en combates. Apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel. Mujica, en total, pasó casi quince años de su vida en prisión. El último periodo de 1972 a 1985. Fue uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar tomó como rehenes, lo que significaba que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas. En condición de aislamiento permaneció 11 años.
En la fiesta de despedida en la plaza pública dijo a los asistentes “no me voy, estoy llegando, me iré con el último aliento y donde esté, estaré por ti, estaré contigo, porque es la forma superior de estar con la vida” y añadió “si tuviera dos vidas las gastaría enteras en ayudar en tú lucha, porque es la forma más grande de querer la vida que he podido encontrar a lo largo de mis casi 80 años”. Así se va, pero no se va, el nuevo senador. Lo vamos a extrañar.
En noviembre del 2006, durante la XVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se realizó en Montevideo, pude reunirme con Mujica, en ese entonces ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, la embajadora de México en Uruguay, Perla Carvallo, me lo presentó y platiqué con él. Le comenté que yo también había estado en la guerrilla. Me dijo que debíamos incrementar las relaciones entre los dos países. Ya en ese momento todos hablaban de su forma de ser. Me impresionó su sencillez y bonhomía.