¿La curiosidad mató al gato o al ratón? Quizás en breve el hambre mate a los dos. Porque ya no habrá ni adónde arrimarse para tragar al menos una pizca de lo que caiga. El refrán ese de “a buen hambre no hay pan duro” quedará, por mucho, descontinuado. No habrá lugar ni pa’ caernos muerto. Si no, pos nomás volteen tantito.
Decía Leon Tolstoi que antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, sería oportuno saber si no se está muriendo de hambre. Ahí está la cuestión. En fin, quien lleve una alimentación saludable, lo felicito, porque los precios andan en “el infinito y más allá” para un gran número de mexicanitos jodidos.
En sinembargo.mx leo: “Es un tema común hablar de los alimentos que no deben consumirse. Pero, ¿qué tal si hablamos de los que sí deberían formar parte de cualquier dieta que busque mantenerse en peso de manera saludable?” Pero cada día son más los que no comen carne, pescado, vegetales, frutas… ¡Ni huevos!
La nota ya la conocen: “En la semana del 9 al 13 de marzo los precios de algunos productos de la canasta básica registraron alzas en establecimientos comerciales de la ciudad de México. Según Profeco, el aguacate subió a 35.12 el kilo, dos kilos de azúcar se comercializaron en 27.05, jitomate a 18.32, cebolla en 17.56 y limón a 16.94. El huevo es otro de los productos básicos que se ha incrementado y roza ya los 40 pesos el kilo”. (La Jornada/marzo de 2015).
Francisco de Quevedo escribió que el rico come; el pobre se alimenta. A estas alturas dudo que sea así.
Pero que no cunda el pánico. México saldrá fortalecido. Acuérdense, todo lo que se come sin necesidad se roba al estómago de los pobres, dijera Mahatma Gandhi. ¿En qué nivel estamos de la pobreza? ¿Está ya a la vuelta de la esquina el juego del hambre?
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el bienio 2013-2014, en promedio, 53.8 por ciento de los mexicanos no pudo adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo. Para alarmarnos o ¿no pasa nada?
De cinismo y anexas
Le preguntaron al escritor Javier María: “Usted siempre ha sido muy celoso de su privacidad. ¿Cree que las nuevas tecnologías, Internet por ejemplo, con todos los datos personales que circulan de un sitio a otro, junto con las cámaras de control o los drones de vigilancia, dejarán espacio para ella?”
El contestó: “La gente no tiene interés en defender su privacidad, ya ahora. Al contrario, la mayoría desea ser visto, espiado, controlado, por puro narcisismo y por puro exhibicionismo. Así que no preveo que la gente vaya a quererse defender de la pérdida de privacidad. Al contrario, cada vez va a permitir un mayor espionaje. Personalmente me parece catastrófico, pero me doy cuenta de que en esa percepción estoy casi solo. Todo podrá saberse de todo el mundo, en el momento en que decida saberse. La única manera de defenderse –y yo, desde luego, sí querría hacerlo– será no tener ordenador, ni móvil, ni nada mediante lo cual se puedan rastrear nuestras actividades y desplazamientos. Difícil manera de estar en el mundo, luego muy poca gente optará por ella. Los drones se utilizarán para todo lo habido y por haber. Soy de la creencia de que cuanto puede hacerse, se acaba haciendo, aunque no sea obligatorio ni recomendable. Si se fabricaron bombas nucleares, ¿qué impedirá que los humanos se clonen, o que los drones y otros artefactos espíen a las personas a través de techos y paredes, y llegue a saberse lo que cada uno hace en su casa? Un mundo sin secretos será un mundo horrible, además de pobre. Pero me temo que eso es lo que nos espera”.
Por lo pronto, ahí se ven.