Estamos a 10 semanas aproximadamente de la elección federal 2015, que se celebrará el domingo 7 de Junio del presente y en unos días más iniciarían las campañas, y aunque cada partido político hará lo propio para ganarse la confianza del electorado, mucho dependerá el comportamiento de éstos, si el órgano encargado de vigilar las elecciones actúa con imparcialidad y autonomía. Por lo que bien vale la pena analizar lo que significa éste, como órgano regulador de dichas elecciones y como pieza vital para afianzar la confianza de la ciudadanía hacia sus instituciones políticas. Por eso hoy quiero hacer una semblanza –muy resumida– del INE, pero sobre todo, hacer notar el gran reto que tiene de aquí en adelante con la sociedad mexicana.
El Instituto Nacional Electoral (INE), se creó el año próximo pasado, sustituyendo al Instituto Federal Electoral (IFE) –que fungió durante 23 años y que a su vez había sustituido a la anterior Comisión Federal Electoral–, fue producto de la reforma electoral promulgada el 31 de enero de 2014 y el objetivo de su creación está dirigido principalmente, a fortalecer el sistema electoral y la democracia mexicana. Pero para que ello se logre, ha diseñado mejores acciones, normas y controles que le han de permitir garantizar equidad e igualdad en la contienda y, respeto y honorabilidad entre todos los actores que participan en los procesos electivos nacionales y locales.
Por lo tanto el INE, es el responsable de cumplir con la función de organizar las elecciones federales de México, organizar la elección de los dirigentes de los partidos políticos y la responsabilidad en el nombramiento de los consejeros electorales de los institutos y consejos estatales, entre otras cosas. Conserva su autonomía y se constituye como la máxima autoridad administrativa en materia electoral en el país.
Sus funciones principales son: a) contribuir al desarrollo y consolidación de la vida democrática; b) preservar el fortalecimiento del régimen de partidos políticos; c) integrar y actualizar el Registro Federal de Electores; d) asegurar a cada ciudadano el ejercicio de sus derechos político-electorales y vigilar el cumplimiento de sus obligaciones: e) garantizar la celebración periódica y pacífica de las elecciones para renovar a los integrantes de los poderes Legislativo y Ejecutivo; f) así como, velar por la autenticidad y efectividad del sufragio, llevando a cabo la promoción del voto—para que los ciudadanos salgan a votar y ejerzan su derecho de manera libre y voluntaria–, coadyuvando así a la difusión de la cultura democrática.
Pero, lo más sensible y vital para el INE será sin duda sus retos y desafíos, mismos que ha de enfrentar en adelante y estos tienen que ver con el cumplimiento irrestricto de su misión y con las funciones que todo organismo electoral de Estado tiene, –como sucede en todos los países del mundo–, de ser parte esencial del sistema político nacional.
Luego entonces los retos a corto y mediano plazo del INE, son:
1. Motivar una mayor participación ciudadana en los procesos electorales
Hacer que los ciudadanos estén a la expectativa y se hallen motivados y convencidos para que cada día un mayor número de mexicanos participen en los procesos electorales, es una de las metas. Porque una mayor participación ciudadana, a su vez generará, una mayor legitimidad de origen de las autoridades electas bajos los principios democráticos.
2. Generar confianza y credibilidad entre los mexicanos respecto a su sistema político electoral.
Superar la desconfianza generalizada de la sociedad hacia los partidos y el sistema político del país, es un desafío. Las encuestas respecto al tema refieren que de cada mil mexicanos mayores de 18 años, un 18.2 por ciento señala que los partidos le generan poca confianza y un 33.7 por ciento que generan nada de confianza. Si bien la desconfianza y la incredulidad en los procesos electorales no es producto de una sola causa, los tiempos modernos demandan reconstruir y rehacer esta confianza, para lo cual el INE y las demás instituciones electorales del país, jugarán un papel decisivo.
3. Actuar bajo los principios de la ética pública, así como de autonomía e imparcialidad.
Eliminar el viejo prejuicio de que los órganos electorales trabajan a partir de los intereses de los partidos y de los gobernantes en turno, es un gran reto. De ahí la imperiosa necesidad de que los nuevos consejeros del INE, en lo particular, y las autoridades electorales, en lo general, trabajen regidos por los principios rectores de la actividad electoral: certeza, legalidad, objetividad, pero sobre todo, de los principios de independencia e imparcialidad.
4. Profesionalizar sus funciones y a sus integrantes.
Profesionalizar significa incrementar la calidad y el mejoramiento de los estándares de desempeño de una institución y es el mecanismo idóneo para alcanzar, de mejor manera, sus fines y objetivos. El INE tiene que garantizarlo.
5. Tener un comportamiento ético en lo general y lo particular, para fiscalizar y manejar con pulcritud los recursos económicos y materiales tanto de los partidos políticos como los de la propia institución y realizar el uso eficiente de dichos recursos para bien de los procesos electorales.
De ahí la importancia de seguir realizando,–como dijera Ortiz Palafox (2014)–, a través de la Unidad de Fiscalización, “una investigación responsable y permanente sobre el uso de los recursos que se utilizan en el sistema político-electoral mexicano. En lo particular, se hace necesario ser más estrictos en el registro contable y en la vigilancia de los ingresos y egresos económicos de los partidos políticos y de sus gastos en sus campañas electorales; vigilar con rigor el origen licito de los recursos de los partidos y sus candidatos; velar incansablemente para que los recursos económicos se apliquen verdaderamente en la actividad electoral para lo que deben ser destinados; practicar las auditorias y verificaciones necesarias de las finanzas de los partidos políticos; también fiscalizar con precisión los ingresos y gastos de las organizaciones ciudadanas que pretendan obtener su registro como partido, así como los ingresos y gastos de las agrupaciones políticas nacionales y de las organizaciones de observadores electorales, entre otros” . De ahí que el INE tenga imperiosamente la necesidad y el deber ético de buscar mecanismos y estrategias certeras para eficientar su gasto-al interior y exterior–, sin afectar sus labores sustantivas.
6. Modernizarse en sus sistemas tecnológicos
El INE tendrá como reto el modernizarse tecnológicamente, procesos que deberán ir acompañados de cambio en la legislación y de la necesaria voluntad de los principales actores políticos e instituciones partidistas. Casos en los que utilizan urnas electrónicas (sustentados en la legalidad), deben estudiarse y retomarse para mejorar y modernizar los procesos electorales a nivel federal.
7. Comunicar con veracidad sus logros y decisiones
Es decir comunicar con veracidad para trascender. En este sentido, tener éxito o no en la institución electoral, muchas veces, es una resultante de cómo se construyó su dimensión comunicativa. De ahí que otro de los retos del nuevo INE sea el hacer bien las cosas y, sobre todo, saber comunicarlas de manera veraz y oportuna.
8. Mejorar la calidad de la democracia mexicana
En este campo, el INE puede jugar un papel muy importante, no sólo como organizador profesional de los procesos electorales federales y autoridad competente en materia electoral, sino también como promotor de la cultura y los valores asociados a la democracia entre los mexicanos.
Luego entonces es ardua la tarea que le espera al INE en adelante, porque el mayor reto es convencer en los hechos, rindiendo cuentas claras y oportunas a la sociedad eficientando su labor y, en la medida en que los ciudadanos mexicanos queden satisfechos de los resultados de la labor del Instituto, acrecentará la credibilidad y la confianza y se ganará el reconocimiento en el plano local, nacional e internacional. Pero el INE no lo podrá lograr solo, necesita del perfeccionamiento y madurez de los partidos políticos mexicanos para aceptar los resultados cuando son justos, de la sociedad en general –para no descalificar a priori una elección–, y de las demás instancias gubernamentales coadyuvantes, para lograr ser uno de los mejores sistemas políticos del mundo.
Como dijera Ugalde (2014), “así como el IFE fue un actor principal del cambio político en la década de 1990 que facilitó el pluralismo, el reto actual de la democracia —integridad, eficacia y gobernanza— requiere hoy de otros actores: los órganos de procuración de justicia, los poderes judiciales y legislativos, así como diversos órganos reguladores. Ellos son los nuevos actores para elevar la calidad de la democracia mexicana, que junto con el INE tienen un papel relevante que jugar”. Gracias y hasta la próxima.