En el mes de junio próximo, se cumplirán tres años de la desaparición física del extraordinario maestro Arnulfo Pérez Rivera. Por ese motivo quiero evocar dos artículos que escribí hace algún tiempo en este mismo espacio sobre tan ilustre educador, a quien recuerdo con respetuoso afecto. El primer texto es el siguiente:
“En el año de 1964, las autoridades de la Escuela Normal Veracruzana ampliaron y enriquecieron los programas académicos de la institución, incluyendo la materia de Estética; su titular: el maestro Arnulfo Pérez Rivera. Tuve el privilegio de ser su alumno en el grupo de seleccionados, cuando cursaba el último grado profesional. Lo escuchaba cada tercer día y se notaba su preocupación para exponer con sentido común, lógica y dominio del tema. El libro de texto que sugirió fue el de Malo, a mi manera de apreciar muy difícil de interpretar y asimilar, pero el que todos los alumnos deberían estudiar.
La cátedra del oriundo de Plan de las Hayas, era realmente brillante.
Lo que más me agradó fue cuando nos dijo que, quien quisiera, también podría analizar al español José Ortega y Gasset, intelectual y filósofo que había publicado un libro sobre la misma materia. Conseguí la obra, titulada La Deshumanización del Arte -publicada en España el año de 1925-, a través de la cual sugiere estudiar el arte desde el punto de vista sociológico y a la que considero fundamental para comprender y valorar la estética; es agradable cuando dice que examinarlo por el lado de sus efectos sociales se parece mucho a tomar el rábano por las hojas o estudiar al hombre por su sombra.
El año de 1964 fue muy atractivo para estudiar, reflexionar, dudar, escribir y responder a tan valioso catedrático, quien de manera educada e interesante atendía a sus alumnos con la clara idea de hacerlos con el tiempo sus amigos. Esta actitud es la que define a los verdaderos educadores.
En el año de 1961, Arnulfo Pérez Rivera había escrito su tesis Enseñemos pensando en que Educamos para presentar examen profesional y alcanzar el título de Licenciado en Pedagogía, dentro de la Universidad Veracruzana; recuerdo que afirmó: Educar es construir sistemáticamente los planes superiores de la vida del hombre, logrando en él su normal desarrollo en longitud y el pleno descubrimiento de su intensidad. En ese trabajo recepcional destaca de manera nítida un estimado jalapeño que fue sociólogo, abogado y maestro, Carlos Manuel Vargas Sánchez, quien expresó que Pérez Rivera estaba planteando la necesidad de actuar la enseñanza de acuerdo con el ciclo en que se realiza y aunque el postulado de Juan Jacobo Rousseau es inconmovible en el sentido de que cada etapa de la vida tiene sus peculiares formas de pensar, aceptar y actuar, lo cierto es que la docencia todavía padece de un homonculismo pedagógico.
Arnulfo Pérez Rivera trató de aclarar situaciones sobre el particular y se esmeró en que su trabajo fuera polémico lo que elevara su consistencia académica, ya que la ciencia tiene como característica plantear problemas.
Me agrada mucho que el maestro Carlos Manuel Vargas Sánchez dijera en el año de 1961 que le era satisfactorio brindar su felicitación cordial a uno de sus discípulos más brillantes, porque su obra contribuye a enriquecer la bibliografía pedagógica de Veracruz. En esta tesis que hoy resalto, Pérez Rivera insiste mucho en que a los adolescentes hay que educarlos y que debe tratarse especialmente a todos aquellos que ignoran el estudio, la memorización, el raciocinio y dejan olvidado su compromiso para destacar en cada uno de los grupos y perfilarse hacia el éxito en su vida.
Me nace enfatizar que quien hoy motiva estas líneas era un hombre demasiado generoso, le gustaba tratar con mucho cariño y respeto a sus alumnos; es más, los invitaba a conversar y alentaba la lectura entre ellos. A los que mayor confianza tenía, les brindaba su casa y ahí, en medio de una rica biblioteca, les recomendaba obras clásicas de la pedagogía universal.
Creo que el maestro merece un reconocimiento estatal, porque es un hombre que entregó más de 60 años a la enseñanza, a la especulación y al reencuentro de las tesis pedagógicas modernas.
Era tan apreciado, que no tan sólo daba clases en la Universidad Veracruzana y en la Escuela Normal, sino que recibía constantes invitaciones para ofrecer su cátedra en diversas escuelas normales superiores de la república, por lo que tenía que viajar a otras entidades.
Descanse en Paz.”