El papa Francisco está bien enterado de que en la Curia Romana hay una evidente resistencia a su proyecto de cambio en la estructura de la Iglesia, a su manera de entender el Evangelio, a su concepción del trabajo pastoral de cercanía con la gente, a su peculiar y eficaz manera de comunicarse.
A estos temas de peso se añade otro que para los integrantes de la Curia resulta todavía más grave; para ellos es fundamental, y es la forma de ser del actual papa que atenta —en su concepción— contra la figura sagrada del papado. Para los curiales, su poder y su negocio se funda precisamente en la administración de esta figura sagrada y lejana.
Se conoce el nombre de siete de los adversarios que se han manifestado en su contra: el cardenal alemán Gerhard Ludwig Muller (67), prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke (66), de las congregaciones para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y para los Obispos; el cardenal italiano Carlo Caffarra (77), de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y del Pontificio Consejo para la Familia; el cardenal alemán Walter Brandmüller (85); el cardenal italiano Velasio De Paolis (79), interventor de los Legionarios de Cristo e integrante de las congregaciones para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y para las Causas de los Santos y del Pontificio Consejo para la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica; el cardenal italiano Angelo Scola (74), de las congregaciones de la Iglesia Oriental y para la Doctrina de la Fe; el cardenal australiano George Pell (74), del Consejo de Cardenales creado por el papa para la reforma de la Curia y prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede.
Los siete son representantes de quienes se resisten al cambio y están dispuestos a dar la batalla. Los cardenales Caffarra, Brandmüller y De Paolis ya van en retirada, pero siguen teniendo influencia. Los que tienen mayor peso son Müller y Pell, que forman parte del gobierno central de la iglesia: uno encabeza la Congregación para la Doctrina de la Fe y el otro la Secretaría de Economía de la Santa Sede. En sentido estricto forman parte del equipo del Papa.
El papa Francisco ratificó a Müller en su cargo, había sido nombrado por el papa Benedicto XVI, y nombró a Pell para hacerse cargo de las finanzas vaticanas. El papa sabía cuál es la manera de pensar de estos cardenales, pero aún así los hizo parte de su equipo. ¿Es una estrategia? ¿Es mejor tener al adversario cerca que fuera del círculo?
El pasado diciembre, el papa hizo mención en el mensaje de Navidad de las 15 “enfermedades” que acechan a los integrantes de la Curia. De manera consciente y clara elevó el tono de su disputa con los integrantes del anquilosado aparato, que por siglos han mantenido el control de la Iglesia y temen perderlo. Ahora, en esta batalla todo indica que el papa va ganado la partida. Espero que así sea.