Como marca el calendario electoral ya arrancaron las campañas por las diputaciones federales, también como ritual y espectáculo social; todavía es temprano para aventurar un análisis de figuras y discursos, mucho más para marcar tendencias de resultados. El inicio en general, al menos en Xalapa, ha sido frio y titubeante; no se esperaba distinto, son días vacacionales y el humor ciudadano es poco favorable para las campañas y su inevitable parafernalia. Descontando esos factores casi ineludibles, tampoco se vio mucha imaginación de los candidatos y sus partidos; con mucho, lo más destacado es el anuncio del candidato independiente; Eduardo de la Torre, de renunciar al financiamiento público. Hay que subrayar que en el distrito diez participan dos candidatos independientes de los veintidos que lo consiguieron a nivel nacional.
Es escandalosamente obvia la inequidad en la campaña, por un lado el partido oficial con todos los recursos económicos y materiales y todas las ventajas del sistema que lo sostiene; por otro, el resto de partidos y los independientes haciendo la lucha para, al menos, que los volteen a ver. Esa inequidad le quita competencia real a las elecciones y favorece hasta el abuso al partido tricolor, corriendo el riesgo de volverse una farsa. En la posibilidad o no de ganar, respetando sus motivaciones, se aloja la posibilidad de una simulación y de un comportamiento de palerismo de parte de los opositores, algunos de los cuales seguramente son reales. No le veo mayor sentido a estas alturas del desarrollo de nuestra degradada democracia a la participación testimonial o de relleno; tampoco para sostener burocracias de la partidocracia y llevar a la Cámara a plurinominales sin méritos y representatividad.
Se reconoce el ánimo y esfuerzo democratizador de buena fe de varios candidatos; todo lo que renueve, refresque, informe, impulse causas, suscite participación libre, lo que combata la manipulación debe ser bienvenido. Más allá de eso, también hay que exigirles definiciones, dado que adquieren responsabilidades al participar, es decir, aportan pero también se colocan en un escenario privilegiado, de luces y protagonismo. En ese sentido deben ser muy objetivos y transparentes en sus motivaciones para participar: solo porque si o con finalidades democráticas. Pienso que si su objetivo fuera ir contra el autoritarismo del partido oficial deberían estar dispuestos a declinar por quien estuviera mejor posicionado; si no lo consideran así, de todos modos se les respeta en su participación. Ya se verá quienes avanzan y se muestran como propuestas serias y competitivas; y quienes se pierden en estos días en la irrelevancia.
Lo deseable es que estas campañas animen la participación ciudadana, que ésta tenga elementos de información, que su voto sea libre y que se fortalezca como sociedad. Debe ser un paso adelante, no de rutina propagandística y clientelar. Tal vez sea mucho pedir, medio ingenuo, esperar que el partido oficial y la maquinaria gubernamental que lo rodea se moderen, respete el proceso y tenga una visión democrática. Sería un gran avance, civilizatorio, de dignidad de la gente, que no emplearan presiones, que no entregaran despensas y materiales varios a cambio de la promesa de los votos. Hacerlo denigra a las personas, degrada a las elecciones y vuelve ilegítimo al candidato favorecido con esos votos de hambre e interés monetario. No es ocioso plantearlo así, no tenemos por qué darle carta de normalidad eterna a la trampa, al ventajista.
Finalmente es indispensable que la gente salga a votar, que se defina por la participación tanto en lo electoral como en todos los asuntos públicos; no hay duda de los enormes defectos de las elecciones, de su poca incidencia positiva en la vida de la ciudadanía; al final, es sano buscar perfiles locales, premiar a los valientes y auténticos. Si no votas te pierdes, dejas en otras manos tus asuntos; y ganan los de siempre, los que no te respetan. El voto puede ser útil, de castigo y de respaldo a candidaturas diferentes, hay que hacer un esfuerzo de búsqueda, no caer en el inmovilismo ni en el conformismo.
Creo que un compromiso ineludible de todos los candidatos va primero con sus electores directos, que le dan un mandato concreto; esto es ir contra la tradición que sujeta al diputado a las consignas e intereses de las cúpulas partidarias y grupos de poder. Otra definición significativa es su comportamiento sobrio, prudente y austero, sin prepotencia y ostentación.
Recadito: El MOPIVER promueve un encuentro de candidatos del distrito diez para el próximo 30 de abril.
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