Los lugares comunes se vuelven la constante de una democracia fallida.
Norberto Bobbio.
Es necesario que se denuncien en los órganos jurisdiccionales competentes las anomalías en el manejo de los recursos públicos; pero es inconcebible que los partidos políticos surtan su andamiaje electoral en la búsqueda de capitalización política a través del uso de esos elementos.
Llegar al Congreso de la Unión sin la mínima idea de cuáles son las necesidades de su demarcación distrital, es síntoma que denosta las posibilidades futuras de elaborar un análisis económico de ley que funja como directriz para el establecimiento de mejores elementos de gobierno.
Con el Internet en la nueva esfera pública el tipo político modificó la hipótesis de ser propositivo para pasar a la imagen, es decir se soslayó la sustancia y se generó fetichismo mercantilista de la política.
Con lo anterior, la calidad de la figura política se mermó y por tanto la institucionalización democrática del aspecto social se vio altamente dañado, de tal suerte que al no haber certeza en las instituciones, la economía también se vio sometida a un escrutinio muy palpable de desconsuelo y cerrazón.
El nuevo navegar carece de cartografía en el proceso de selección de materias primarias que permitan construir los intereses conjuntos de la sociedad, de tal suerte que los planteamientos de avance no centran al ciudadano como elemento legitimador del quehacer público.
Con ese fin, la democracia representativa ya no atiende los requerimientos mínimos que apuntalen los demás engranajes fundamentales del Estado.
Por ello, con especial énfasis los condicionantes negativos son la burbuja atmosférica de la cotidianidad. Es aquí donde saltan los cuestionamientos, donde los que ejercemos diferentes puntos de transmisión de información, debemos pasar de ser fervientes críticos, ofuscados por la el día a día, a ocupar un papel propositivo.
Básicamente con la idea de que el criterio redunde, en articular elementos que sirvan como plataforma para mejorar el área, no solo ocupada por la política estéril, para pasar a la política fecunda llena de transformación social, generadora de prosperidad integral.
Donde la línea conductora se funde en las actuaciones previstas que den impulso para que la democracia no se vea desteñida por detractores de su eficacia.
Se requiere formar cuadros, no solo basados en el clientelismo partidocrático, sino en la convergencia de laborar por un bienestar social. Quizás eso suene utópico, pero como joven no me permito pensar de otra forma.
Recordando:
• Menos baile y más propuestas viables.