Los “Mártires de Chicago”, toman como antecedente las huelgas, reuniones clandestinas y grandes movilizaciones en Estados Unidos del año 1877 que pretendieron ser reprimidas a la fuerza, derivando en encarcelamientos y muertes cuando llegaron a su punto extremo. Dichas tácticas represivas se utilizaron frente a una necesidad imperiosa de reclamo de los trabajadores que luchaban en defensa de sus derechos y la libre asociación, así mismo en la búsqueda de mejoras en las condiciones de trabajo, dando pie a la gestación de los primeros movimientos de resistencia y posteriormente a las luchas revolucionarias de obreros, que cobró vidas, pero que su esfuerzo no fue en vano, porque algunos años y siglos más tarde darían sus frutos.

Las luchas obreras, que iniciaron en forma organizada un primero de mayo de 1886 en Chicago, EEUU y que llevó varios días, produjo un efecto encadenado de reclamos de la clase trabajadora hacia la burguesía y la aristocracia de ese país, a la que exigían 8 horas laborales en lugar de las 12 a 15 diarias que establecían los propietarios de las grandes empresas, además de la demanda de una remuneración digna y condiciones humanas en el ejercicio de la labor. Y, esa lucha justa, produjo un movimiento organizado obrero que encontró resistencia en las autoridades de aquel país y, en lugar de buscar formas civilizadas de atencion y acuerdos, provocó enfrentamientos en diferentes partes de los Estados Unidos que dejaron como saldo trabajadores y trabajadoras mártires, que murieron, haciendo valer su fuerza –primero por las vías pacíficas –, pero que al final concluyó en una de las peores masacres contra la clase trabajadora que se recuerde en la historia del vecino país. De ahí el nombre de los “Mártires de Chicago” como recuerdo a aquellas luchas por las reivindicaciones labores y de derechos humanos de los trabajadores.

En nuestro país, los movimientos tuvieron sus antecedentes en los obrajes, en la tierra, el comercio y la usura. En constante contradicción con los talleres artesanales, los obrajes se fueron convirtiendo, dentro un proceso lento de carácter económico y social, en las fábricas capitalistas. Pero el desarrollo de la industria capitalista, muestra al obrero la necesidad de organizarse en agrupaciones de lucha y en tal sentido se da un proceso natural de asociación o unión en lugares donde hay grandes fábricas o regiones Industriales a mediados del siglo XIX.

El surgimiento de la burguesía y del proletariado mexicano habría de tener su importancia no solamente en aquella época, sino también para nuestros tiempos, ya que entender el significado histórico de estas dos clases sociales , ha explicado por qué estas se han enfrentado sucesivamente en el tiempo y el porqué del valor del surgimiento de las agrupaciones y sindicatos mexicanos que nacen como círculos, uniones y mutualistas mexicanas de obreros desde la primera y segunda mitad del siglo XIX. En ese siglo destacaron algunas luchas de los sectores industriales más avanzados; ferrocarrileros, petróleos, textiles, electricistas y mineros.

En la primera década del siglo XX, que antecede al movimiento armado de 1910, da pie a al surgimiento de las expresiones del pueblo –en particular de los trabajadores—contra el gobierno de Porfirio Díaz. Entre los movimientos proletarios más importante de esa década tenemos que destacar la huelga realizada por los trabajadores del tabaco y la de los mineros que en forma organizada ofrecieron las primeras resistencias. El 6 de octubre de 1905, la huelga de la fábrica «El Valle Nacional» de Xalapa, Ver, que constituye la Liga de obreros Tabaqueros; esta huelga es levantada el 4 de diciembre favoreciendo a los trabajadores, y siendo aceptado su pliego petitorio. De ahí surgieron otros movimientos obreros como el de 1º de junio de 1906, de la Fábrica de Cananea, Sonora y el de 7 de enero de 1907 de Rio Blanco, Veracruz, que fueron la expresión más clara del descontento contra la Dictadura porfirista y que mostró, lo que la clase obrera, es capaz de hacer cuando se empeña por luchar por sus derechos.

Antes de la Revolución de 1910, la ausencia legislativa en materia laboral, dificultó la existencia de los sindicatos, no así la acción colectiva y organizada de los trabajadores que ejercitaron el derecho de huelga, demostrando su naturaleza como fenómeno de carácter social y ejercicio de presión pacifica laboral. Con el advenimiento de la Casa del Obrero Mundial y la creación del Departamento de Trabajo en 1912, surgieron las bases que prepararían el terreno para la organización jurídica del sindicalismo en la Constitución de 1917, artículo 123, fracción XVI, del apartado A, y con esas bases nacieron las Federaciones y Confederaciones de obreros, y con el tiempo el nacimiento de los sindicatos de todos los oficios y actividades como respuesta a la necesidad de los trabajadores de proteger sus derechos, conservar sus conquistas y lograr cada vez mejores condiciones para la clase laboral.

Y el tiempo ha pasado, son ya 129 años de los acontecimientos de Chicago y 109 de los acontecimientos de Cananea y Rio blanco, y las luchas de los trabajadores han tenido en la actualidad sus frutos, gozando de mejores prestaciones, de mejores jornadas laborales, de servicios médicos y la garantía de la jubilación, etc. Pero las demandas no pueden quedar ahí, hoy éstas están centradas en que, que no sólo algunos sino todos los trabajadores de México que corresponden a la población económica activa, tengan asegurado un techo propio, puedan aspirar al derecho a los servicios de salud, a las mismas prestaciones de los asalariados, a mejores posiciones para ganar mejor, en suma, a todo aquello que permita incrementar las oportunidades de desarrollo y crecimiento de los individuos para vivir con dignidad.

Y no podemos negar que México, es uno de los países donde se respetan esas garantías y conquistas—a diferencia de otros en donde los gobiernos controlan y deciden por todos–, y sin duda faltan muchas cosas por hacer, en particular el propiciar las condiciones para generar cada vez más fuente de empleo reencausando el trabajo, para dar oportunidad a los nuevos profesionales y especialistas en las áreas prioritarias que el país necesita fortalecer.

Igualmente no se puede negar, que en nuestro país, se reconoce la utilidad e importancia del sindicalismo honesto al que se le debe respetar hoy y siempre, porque ha demostrado su utilidad en la historia y ha sobrevivido como la opción de estudio, defensa y mejoramiento de las condiciones de trabajo, de las cuales hasta ahora, ha sido el principal protagonista.

Por eso en este día del Trabajo, vale la pena reflexionar, que en un país como el nuestro donde se le apuesta al progreso y al desarrollo de las potencialidades humanas, donde se han abierto las puertas del cambio en respuesta a las adecuaciones que la economía nacional e internacional exige, no puede dejarse de lado su mayor fortaleza: su clase trabajadora, a la que debe de apoyar con intensidad por ser motor e impulso de la propia sociedad.

Bibliografía
Díaz Ramírez, Manuel (1838). Apuntes históricos del movimiento obrero y campesino de México, 1844-1880, México, Fondo de Cultura Popular
Espinoza, Francisco y Zallas Lidia ( ), Origines del sindicalismo en México. México.
Martín Moro, Alfonso Bouzas e Isaac Palacios S (1978). Control y lucha del movimiento obrero, Ed. N.T. 4. Iglesias Severo (1970). Sindicalismo y Socialismo en México, de. Grijalbo. D.F.
Maldonado Edelmiro (1977). Breve historia del movimiento obrero. Culiacán, Sinaloa. Colección Realidad Nacional.