En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre que punza como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñen de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia hacía mañana. Esbozo narrativo de Carlos Fuentes en la Región más transparente.

Cuando el expresidente Felipe Calderón buscó legitimar su gobierno a través del uso de la guerra contra el narco, “como acción gubernamental en aras de la protección ciudadana”, muchos aplaudieron el hecho; sin duda por sí mismo velar por la población es la sustancia ontológica del pacto social de cualquier Estado.
El 30 de junio del 2008 se puso en marcha la llamada Iniciativa Mérida misma que es un tratado internacional de seguridad establecido por los Estados Unidos en acuerdo con México y los países de Centroamérica para combatir el narcotráfico y el crimen organizado.
Los escépticos del tema podemos decir que fue el pretexto perfecto para armar con mayor capacidad de alcance a las células del crimen en nuestro país, lo que parecía que tenía como fin desarticularlas parcialmente, al final termino solo generando incentivos y facilidades para que muchas más proliferaran.
Con ello, la irrigación ha tocado parcial o completamente la vida pública, económica y me atrevo a decir que hasta cultural del país, si a lo anterior le sumamos que de igual forma hubo un aumento en los programas televisivos que hacen apología a los personajes relacionados al hampa, obtenemos como resultado que el aumento de programas sangrientos se equilibra con lo sangriento de la cotidianidad.
Es decir, el reflejo de lo que la mayoría de la gente escucha, más los programas que el grueso de la población sintoniza nos genera una burbuja que derrama sangre, que se presenta de lo más cotidiano.
El pasado viernes primero de mayo, fue derribado un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional SEDENA, algunos argumentan que el siniestro fue ejercido por parte del crimen organizado; muchos lo vimos con asombro, algunos otros “ciudadanos” festejan que en ciertos momentos el gobierno se haya visto rebasado.
Lo que en sociedades que cuentan con Estado de Derecho más vivo, sería un hecho que pondría en alerta no solo a la periferia del suceso sino a la totalidad de la federación, aquí se soslaya la peligrosidad del acontecimiento para todo seguir con plena calma.
Si evoco un poco a Jesús Silva Herzog cuando menciona que cualquier pretensión de gobernabilidad debe ceñirse al cuadro de los equilibrios entre el mercado, la sociedad y el Estado, encontramos una respuesta muy desalentadora.
Si a ella le sumamos la desinformación, el escepticismo y la falta de convenciones diarias con las cuales los individuos hallen medios para aportar, solo quedamos expuestos para ser uno o algún conocido el próximo dígito en la estadística de colisión.
Pero a pesar de eso, debemos apostarle a participar, a ser diferentes a explicar los beneficios de la integridad, del trabajo diario, de ver con repudio esos sucesos, de no aceptar jamás aquello que lacere a la sociedad, aquello que pueda dañar a nuestros afectos.
Dejar hacer todo una afrenta, y reconstruir el tejido social, económico y político para recuperar nuestra tranquilidad, para que mi amigo que lleva 15 años pujando por hacer crecer su empresa no sea despojado en 15 minutos de una vida de esfuerzos.
México convulsiona, porque los ciudadanos están pasivos, porque igual que las arterías del cuerpo y de la mente necesita de actividad motriz para tener fuerza y servir.
Recordando:
• La mejor almohada es una conciencia tranquila.
Twitter: @david_quitano