En las últimas semanas, en particular en los últimos días, diversos analistas políticos y dirigentes sociales han escrito a favor de anular o emitir el voto. Es una discusión sin duda válida entre un pequeño grupo de la élite intelectual del país que no trasciende a la sociedad. Pienso que se trata de un soliloquio entre quienes tienen espacios públicos para dar a conocer su opinión.
El problema real en la elección del próximo domingo 7 de junio es el abstencionismo. Lo común es que las elecciones federales de medio término, cuando se elige a los diputados, interesen muy poco a la sociedad. Esto se expresa en la escasa participación el día de la elección.
El patrón de comportamiento en las últimas elecciones de medio término es que se presente 45% de los electores. En el caso de las gubernaturas, 55%, y en la presidencial, un poco más de 60 por ciento. Hay una diferencia de menos 10 y menos 20 puntos respectivamente cuando sólo hay elección de diputados federales.
Algunas encuestas refieren que para esta elección sólo se hará presente 40% de los electores, o incluso menos. Habrá, pues, una disminución de por lo menos 5% de quienes sí van a votar. Pienso que la discusión relevante no es si se anula o no el voto, sino si se participa o no en la elección.
Si es cierto que aumenta el abstencionismo, hay que intentar responder el porqué de esa realidad. Tengo dos respuestas interrelacionadas. La primera es que las y los ciudadanos tienen una muy mala percepción de las y los diputados a quienes consideran, eso dicen las encuestas y grupo de enfoque, “corruptos” y “vividores” de las finanzas públicas.
La ciudadanía no tiene ningún aprecio por el trabajo que realizan las y los diputados a quienes consideran representantes de sus partidos y no de la sociedad. Esto que explica, de entrada, el bajo interés en participar en las elecciones intermedias, se grava porque la imagen de las y los diputados cada día que pasa se devalúa más.
El estado de ánimo en el que se encuentra la sociedad es la otra respuesta. Hay un gran descontento de lo que pasa en el país (corrupción de políticos, violencia de las autoridades y el crimen organizado, bajo nivel de crecimiento, reformas que no terminan de operar) e incapacidad, por lo mismo, de reconocer las cosas que sí funcionan. La sociedad responsabiliza a los políticos, de todos los partidos, de la situación que se vive en México.
Lo que ahora debería preocupar y llamar la atención del gobierno, de los partidos y de la sociedad es el aumento del abstencionismo. ¿De qué sirve el sistema electoral si la gente no va a votar? ¿Cómo legitimar al poder si la gente no se hace presente en las urnas? Tengo la impresión, me puedo equivocar, de que un sector importante de la sociedad decidió por la abstención. En una democracia incipiente como la nuestra, eso a nadie conviene.