En la pasada elección federal, que se realizó en nueve estados por gobernador y en otros ocho por alcaldes y Congreso local, ocurrieron situaciones que modifican o cambian el sistema político del país. A continuación ofrezco un análisis sintético, el tema da para mucho más, de cuatro de estos cambios.
Se instala la incertidumbre. Un elemento constitutivo de la democracia es la incertidumbre, el no saber quién va a ganar. Hace sólo unos años en las elecciones a presidente y gobernador se sabía de antemano quién iba a ganar. Las encuestas en siete de las nueve gubernaturas en disputa dieron empate técnico. El ganador o ganadora se definió el mismo día de la jornada electoral. Todo indica que este fenómeno irá ganado camino en otros tramos de los procesos electorales.
El arribo de los independientes. La nueva ley electoral reconoce la posibilidad de la participación de candidatos sin partido en todos los puestos de elección popular. En esta ocasión cuatro candidatos independientes tienen importantes victorias. Uno gana la gubernatura de Nuevo León, estado muy importante. Otro una diputación federal, un distrito de Sinaloa; otro una diputación local, un distrito de Jalisco; uno triunfa en la alcaldía de Morelia, Michoacán, y otro en la de Comonfort, Guanajuato.
Con relación al número de puestos que se disputaban cuatro casos, son muy pocos, pero tienen una gran carga simbólica en el sistema político mexicano. Se demuestra, por la vía de los hechos, que un buen candidato y una buena estrategia puede vencer a los partidos que tienen muchos recursos y todo el apoyo institucional. Estos triunfos paradigmáticos van a hacer que en las próximas elecciones federales, estatales y locales participen muchos más candidatos independientes. Se ha abierto una nueva vía en la disputa del poder que, se ve, en el futuro puede crecer de manera importante.
Se opta por el multipartidismo. De los 10 partidos que contendieron, ocho obtuvieron más de 3.0% que se requiere para conservar el registro. La ciudadanía decidió caminar por la ruta del multipartidismo. Los tiempos del bipartidismo o incluso el tripartidismo quedaron atrás. El voto se fraccionó como resultado de una clara opción de los electores y no por accidente. El nuevo sistema tiene ventajas, pero también desventajas.
Pierden los grandes y ganan los pequeños. El PRI, el PAN y el PRD pierden porcentaje de electores y también presencia en la Cámara de Diputados, pero los partidos pequeños crecen. En el 2009 la suma de las y los diputados de los tres grandes partidos llegó a los 451 y los pequeños obtuvieron 49. En el 2012, los grandes llegan a los 430 y los pequeños a 70. En el 2015, los grandes alcanzan 365 y los pequeños 135. La tendencia es muy clara y todo indica que se va a sostener.