“Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar”, nos cuenta Jorge Luis Borges en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Lo que me recordó que la conjunción de libros apilados en el piso por temporada de inventario y la calma huidiza en mi cuarto, me llevaron hace unos días al reencuentro de la novela El país de las últimas cosas, de Paul Auster, que empieza así: “Estas son las últimas cosas –escribía ella-. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más. Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que ya no existen; pero dudo que haya tiempo para ello. Ahora todo ocurre tan rápidamente que no puedo seguir el ritmo”. Novela terrible, apocalíptica. La leí hace años, me hizo reflexionar sobre muchas cosas, pero aún no logro entender y mucho menos comprender. ¿Por qué este país, este mundo de las últimas cosas? ¿O acaso no es así?
Pero qué importa si el destino nos alcanza. Qué importa que la contaminación provoque la muerte de tres millones de personas al año. Y en México, según el Informe Nacional de Calidad del Aire 2013, se estima que la contaminación provocó alrededor de 20 mil 500 muertes en el 2010. En realidad, ¿una mariposa muere porque quiere o porque termina su ciclo de vida? ¿O porque alguien la horada con un alfiler?
Las leyes van y vienen, se agotan, se cansan y hay que renovarlas, son perfectibles, cierto, pero no hay que ajustarlas a la fuerza, a intereses particulares o de cofradías. John Berger, en su artículo “Cómo resistir a las fuerzas del olvido”, escribió que “los políticos, tanto de derecha como de izquierda, continúan en sus debates, en sus votaciones, en la aprobación de resoluciones, como si no fuera así. El resultado es que su discurso no se refiere a nada. Es inconsecuente. Las palabras y los términos que utilizan y repiten –como terrorismo, democracia, flexibilidad– se vaciaron de cualquier significado. A lo ancho del mundo sus públicos siguen sus cabezas parlantes cual si atisbaran un interminable ejercicio escolar o una clase donde aprendieran retórica. Pura mierda”. El que tenga oídos, oiga.
Los días y los temas
“En vida, hermano, en vida…” Saludos a Amalia Noelia Hernández Simón, ama de casa, incansable y sonriente trabajadora en el Congreso de Veracruz, quien a la par estudia la maestría en Política y Gestión Pública. Enhorabuena.
A mis amigos, los reconocidos periodistas Gustavo Cadena Mathey, José Ortiz Medina y Eliseo Tejeda Olmos un abrazote, que sigan cumpliendo más años. Dios los bendiga.
De cinismo y anexas
Denise Dresser, en su artículo “Despertamos y el sistema seguía allí”: “Hoy los partidos son cárteles de la política y operan como tales. Deciden quién participa en ella y quién no; deciden cuánto dinero les toca y cómo reportarlo; deciden las reglas del juego y resisten demandas para su reformulación; deciden cómo proteger su feudo y erigen barreras de entrada ante quienes como los candidatos independientes intentan democratizarlo. Partidos que canalizan el dinero público para pagar actividades poco relacionadas con el bienestar de la sociedad. Organizaciones multimillonarias que en lugar de transmitir demandas legítimas desde abajo, ofrecen empleo permanente a los de arriba. Organizaciones autónomas que extraen sin representar y usan recursos de la ciudadanía sin explicar puntual y cabalmente su destino.” ¡Uff!
Por lo pronto, ahí se ven.