El presidente Enrique Peña Nieto en relación con la fuga de Joaquín Guzmán Lorea, El Chapo, afirma: “La única manera de poder revertir este agravio, sin duda, será la recaptura de este delincuente y asegurar que quienes eventualmente hayan incurrido en algún acto de complicidad sean castigados con el peso de la ley”.
Y añade: “Que yo estoy seguro y tengo la confianza plena en que así como hubo el valor, el coraje y la determinación de nuestras Fuerzas Armadas y de las áreas de seguridad del orden federal, para lograr su aprehensión el año pasado, de igual manera la vuelva haber para lograr su reaprehensión”.
Para el mandatario, uno de los puntos para “revertir el agravio” contra su gobierno es llevar a la cárcel a las autoridades que resulten “cómplices” en la fuga del narcotraficante. Acota el campo de las autoridades que pueden ser juzgadas y elimina a quienes incumplieron sus órdenes y a las que fueron descuidadas o negligentes.
El presidente en este propósito sólo depende de su decisión y por eso lo puede cumplir con relativa facilidad. La tarea del gobierno se concentra en arrestar a las autoridades de distinto nivel que colaboraron en la fuga del Chapo y presentar pruebas contundentes que las llevan a la cárcel.
La recaptura del ahora prófugo de la justicia, el otro punto, es más difícil porque depende de múltiples factores y no sólo de la voluntad presidencial. Resulta, por lo mismo, muy arriesgado fincar el que se pueda “revertir el agravio” en un compromiso que no sólo implica la acción de la autoridad. Así, el presidente puede terminar su mandato revirtiendo el agravio, pero también no hacerlo.
En la declaración del presidente del pasado 17 de julio hay otra afirmación que resulta arriesgada: “Tengo la confianza plena en que así como hubo el valor, el coraje y la determinación de nuestras Fuerzas Armadas y de las áreas de seguridad del orden federal, para lograr su aprehensión el año pasado, de igual manera la vuelva haber para lograr su reaprehensión”.
Si las fuerzas de seguridad del Estado no recapturan al ahora prófugo se puede deducir, eso se desprende de la declaración, que entonces no tuvieron “el valor, el coraje y la determinación”, que mostraron en el pasado. Las afirmaciones del presidente no son afortunadas. Es evidente que el responsable de la comunicación de la crisis que crea la fuga del Chapo está rebasado por los acontecimientos.
El presidente y su gobierno, en un caso como este, sólo se puede comprometer a lo que está en sus manos y nunca depender de ningún imponderable, para el caso la habilidad o no del Chapo de burlar la acción de las fuerzas del Estado que lo persiguen. La suerte está echada. El gobierno de la República en estos tres años y medio que le quedan puede reaprehender a Guzmán Loera, pero también puede no hacerlo. En palabras del presidente, de eso depende o no “revertir el agravio” contra su gobierno.